“Me dice alguien: ‘Tengo que entender para creer’. Le respondo: ‘Cree para entender’.” (San Agustín).
No todo es accesible para nuestro entendimiento. Particularmente la fe se nos revela ante todo a través de la luz sobrenatural del Espírituo Santo, más que por los esfuerzos de la razón. El entendimiento necesita la luz divina para penetrar más profundamente en los misterios de la fe. En este contexto, se nos vienen a la memoria las palabras que Jesús, lleno de gozo en el Espíritu Santo, exclamó: “Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios y entendidos y se las has revelado a los pequeños” (Lc 10,21).