“No te preocupes si se enriquece un hombre
y aumenta el fasto de su casa:
cuando muera, no se llevará nada,
su fasto no bajará con él” (Sal 48,17-18).
¿Qué nos llevaremos a la hora de nuestra muerte? ¿Qué podremos ofrecerle como regalo a nuestro Padre, a Aquél que es dueño de todo, que es inconmensurablemente rico y a quien nada le falta?