“El que me ofrece acción de gracias,
ése me honra;
al que sigue buen camino
le haré ver la salvación de Dios” (Sal 49,23).
Debemos alabar sin cesar a nuestro Padre, uniéndonos así a los coros de los ángeles y santos, pues el que alaba a Dios, ése lo honra.