“Yo soy la verdadera fuente de la Ley, y vosotros debéis reflejarla. Puesto que Yo vengo a confirmaros una vez más que es una Ley del amor, vosotros deberíais ser apóstoles que, inflamados por el amor, busquen almas delicadas y suaves, para que Mi Reino de amor se expanda entre todos los hombres” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).
El Padre quiere que seamos un reflejo de su amor. De muchas maneras ha de hacerse visible en cada uno de nosotros el amor de Dios. Así como nosotros, los hombres, no nos cansamos de contemplar la belleza de aquello que el Padre ha creado, asimismo –y mucho más aún– nuestro Padre se deleita en nosotros cuando ve su gloria reflejada en nuestro ser, cuando brotan de nuestro interior ríos de agua viva hacia el desierto de este mundo, cuando nos convertimos en portadores del agua de su amor: