“Permaneced en mí, como yo en vosotros” (Jn 15,4).
En la contemplación nos encontramos con nuestro Padre en lo más profundo de nuestra alma y permanecemos en Él. Así lo expresan los místicos. La meditación sobre la Palabra de Dios tiene un carácter algo distinto.
Los padres del desierto hablan de que es necesario “rumiar” la Palabra de Dios. A través de su repetición constante, se nos revela cada vez más profundamente su sentido y empieza a asentarse en el alma.