“En verdes praderas me hace reposar; me conduce hacia fuentes tranquilas” (Sal 23,2).
Día tras día, el Padre Celestial nos alimenta con su santa Palabra; día tras día nos invita a la mesa de su gracia; día tras día vela sobre nuestra vida; día tras día habla a nuestro corazón; día tras día su Espíritu Santo nos recuerda todo lo que Jesús dijo e hizo (Jn 14,26); día tras día nuestra alma puede pastar en las verdes praderas de Dios y quedar saciada.