“Las alegrías terrenales son efímeras. No perduran si no están conectadas conmigo” (Palabra interior).
Cuando se buscan los goces terrenales por sí mismos, qué rápido pasan incluso aquellos que son legítimos desde la perspectiva de la moral cristiana. Son tan sólo momentos fugaces, y aunque a veces sean embriagantes y emocionantes, no perduran, sino que dejan el alma vacía después de un tiempo. Si se los vuelve a buscar una y otra vez, se repite la misma historia y la dimensión más profunda del alma humana permanece insatisfecha y sin paz interior.