“Si escalo el cielo, allí estás tú;
si me acuesto en el abismo, allí te encuentro;
si vuelo hasta el margen de la aurora,
si emigro hasta el confín del mar,
allí me alcanzará tu izquierda,
me agarrará tu derecha” (Sal 138,8-10).
Junto con el salmista, alabamos la omnipresencia de nuestro Padre, ante quien nada está escondido y de quien está lleno todo el orbe de la tierra.