“Confía en el Señor de todo corazón y no te apoyes en tu propia inteligencia; reconócele en todos tus caminos y él enderezará tus sendas” (Prov 3,5-6)
Es una gran sabiduría no apoyarse sobre la propia inteligencia. Aunque es un maravilloso don que Dios nos concede en el plano natural, el entendimiento quedó oscurecido a consecuencia del pecado original, además de que está sujeto a las limitaciones propias del mundo de lo creado.