“No os sobrecarguéis ni os aquejéis con preocupaciones innecesarias. ¡Dejad que yo me ocupe de todo! Os quiero totalmente puros y sinceros, caminando de la mano del Padre como niños, sin preocuparos de qué será mañana” (Palabra interior).
La despreocupación –que no debe confundirse con la ingenuidad o falta de responsabilidad– se cimienta sobre la confianza en Dios y confiere un resplandor especial al camino de seguimiento de Cristo. A menudo va de la mano con una cierta alegría y serenidad, que ni aun en las situaciones más difíciles se desvanece.