“¡DEJAD QUE YO ME OCUPE DE TODO!” 

“No os sobrecarguéis ni os aquejéis con preocupaciones innecesarias. ¡Dejad que yo me ocupe de todo! Os quiero totalmente puros y sinceros, caminando de la mano del Padre como niños, sin preocuparos de qué será mañana” (Palabra interior).

La despreocupación –que no debe confundirse con la ingenuidad o falta de responsabilidad– se cimienta sobre la confianza en Dios y confiere un resplandor especial al camino de seguimiento de Cristo. A menudo va de la mano con una cierta alegría y serenidad, que ni aun en las situaciones más difíciles se desvanece.

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Padecimientos en la oración (Parte II)

La oración es una de las glorias que podemos gozar ya en esta vida, pues es una escalera por la cual Dios desciende a nosotros y nosotros ascendemos a Él. Sin embargo, ni siquiera en nuestra vida de oración estamos exentos de los esfuerzos que corresponden a nuestra existencia terrenal y tenemos que soportar todo tipo de perturbaciones. Pero Dios, en su sabiduría, se vale de todo ello.

Ayer habíamos empezado a hablar sobre los así llamados “padecimientos en la oración”, entre los cuales habíamos mencionado las distracciones y la sequedad en los sentimientos. Hoy queremos continuar con algunos otros…

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