“Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres” (Fil 4,4).
Sin conocer a nuestro Padre Celestial y sin la certeza de su amor por nosotros, no podremos encontrar la verdadera felicidad. La alegría que nos dan las cosas pasajeras es temporal y, por tanto, no puede satisfacer el anhelo más íntimo del hombre.