UNA LECCIÓN ESPIRITUAL (II)

“No ha llegado la palabra a mi lengua, y ya, Señor, te la sabes toda.” (Sal 138,4)

Desde que los pensamientos surgen en nuestro interior hasta que los pronunciamos con las palabras, aún nos queda un camino que nos permite refrenarlos, de modo que no salga de nuestros labios palabra alguna que pudiese desagradar a nuestro Padre.

En el impulso de ayer escuchábamos que es necesario examinar incluso nuestros pensamientos a la luz de Dios. Este proceso –que se denomina “ascesis de los pensamientos”– deberíamos llevarlo a cabo elevando la mirada hacia Dios y amándolo, de modo que crezca aún más la relación de confianza con nuestro Padre. Así, nuestra sensibilidad y delicadeza hacia Dios aumentan, de manera que podemos identificar fácilmente aun la más mínima desviación de los pensamientos, porque, como dice el Libro de la Sabiduría, “los pensamientos retorcidos apartan de Dios” (Sab 1,3).

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La humildad: madre de las virtudes

Eclo 3,17-18.20.28-29

Hijo, actúa con modestia en todo lo que hagas, y te querrán más que al hombre generoso. Cuanto más grande seas, más debes humillarte, y alcanzarás el favor del Señor. Porque grande es el poder del Señor, pero son los humildes quienes le glorifican. La desgracia del orgulloso no tiene remedio, pues la planta del mal ha echado en él sus raíces. El hombre prudente medita los proverbios, un oído atento es el anhelo del sabio.

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