“Yo mismo he depositado en los corazones de los hombres la búsqueda de mí. ¡Y Yo mismo soy la respuesta!” (Palabra interior).
¿Por qué el hombre busca?
Porque el Padre mismo ha depositado este anhelo en su corazón y, conforme a las inolvidables palabras de San Agustín, “nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti” (Confesiones, I, 1).