“No confiéis en los príncipes,
seres de polvo que no pueden salvar (…).
Dichoso a quien auxilia el Dios de Jacob,
el que espera en el Señor, su Dios.”
(Sal 145,3.5)
La invitación que nuestro Padre nos dirige una y otra vez a confiar en todo y del todo en Él, viene acompañada de la advertencia de no buscar ni en los príncipes ni en hombre alguno la seguridad existencial de nuestra vida.