“Cuando miro en mi Corazón, no puedo retener mi amor. Siempre quiere derramarse sobre los hombres, envolverlos y donarse a ellos.”
¡Cómo arde en el Corazón de nuestro Padre el fuego del amor, queriendo entregarse a nosotros!
Así es el amor divino: siempre quiere donarse y jamás se detiene. Ciertamente, uno puede cerrarse a él. Pero esto no puede atenuar ni mucho menos extinguir el fuego en el Corazón de Dios. Aunque no lo dejemos entrar en el corazón para que pueda traernos su luz y calor, el fuego no se apaga.