Conocerte, oh Padre, es la vida; la verdadera vida; la vida eterna…
En efecto, es esto lo que siempre buscamos… Constantemente estamos a la mira de algo que nos llene, que nos haga felices –según nuestro concepto de felicidad–; de algo que perdure… Pero, ¿puede acaso haber verdadera felicidad sin Ti?
¡Imposible! Y no pocas veces tenemos que experimentarlo con dolor, cuando las ilusiones se disipan y dejan el corazón herido o incluso roto.