Dios anhela que nosotros, los hombres, lo amemos y que este amor se exprese también en un culto y una veneración especial.
Podemos imaginar cómo es cuando nosotros mismos estamos llenos de amor y queremos compartir este amor con las personas… Y si a nosotros, que somos tan imperfectos, nos urge transmitir este amor a los demás, ¡cuánto más a nuestro Padre, que es la fuente misma del amor! En efecto, el culto y la veneración que Dios Padre pide, tienen como profundo objetivo que nuestros corazones se dirijan a Él y que descubramos y correspondamos al verdadero sentido de nuestra existencia.