La negación de sí mismo

Mc 8,34–9,1

En aquel tiempo, Jesús llamó a la gente y a sus discípulos, y les dijo: “El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Mirad, el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará. Pues ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? ¿O qué podrá dar uno para recobrarla?

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Confianza en los caminos de Dios

Mc 8,27-33

En aquel tiempo, iba Jesús con sus discípulos hacia los poblados de la región de Cesarea de Filipo, y por el camino hizo esta pregunta a sus discípulos: “¿Quién dice la gente que soy yo?” Ellos le respondieron: “Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que uno de los profetas.” Él les preguntó: “Pero vosotros, ¿quién decís que soy yo?” Pedro le contestó: “Tú eres el Cristo.” Entonces les ordenó enérgicamente que a nadie hablaran acerca de él.

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Consejos espirituales

St 1,19-27

Tened esto presente, hermanos míos queridos: Que cada uno sea diligente para escuchar y tardo para hablar y para la ira, pues la ira del hombre no desemboca en lo que Dios quiere. Por eso, desechad todo tipo de inmundicia y de mal, que tanto abunda, y recibid con docilidad la palabra sembrada en vosotros, que es capaz de salvar vuestras vidas.

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Rechazar las tentaciones

St 1,12-18

¡Dichoso el hombre que soporta la prueba!, porque, una vez superada ésta, recibirá la corona de la vida que ha prometido el Señor a los que le aman. Que nadie, cuando sea probado, diga: “Es Dios quien me prueba”, porque Dios ni es probado por el mal ni prueba a nadie. Más bien cada uno es probado, arrastrado y seducido por su propia concupiscencia. Y una vez que la concupiscencia ha concebido, da a luz al pecado; y el pecado, una vez consumado, engendra muerte. No os engañéis, hermanos míos queridos: toda dádiva buena y todo don perfecto que recibimos viene de lo alto, desciende del Padre de las luces, en quien no hay cambio ni fase de sombra. Nos engendró por su propia voluntad, con palabra de verdad, para que fuésemos las primicias de sus criaturas.

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Luz de las naciones

Hch 13,46-49 (Lectura correspondiente a la memoria de los Santos Cirilo y Metodio)

En aquellos días, Pablo y Bernabé, con gran firmeza, dijeron a los judíos: “A vosotros debíamos anunciar en primer lugar la Palabra de Dios, pero ya que la rechazáis y no os consideráis dignos de la Vida eterna, nos dirigimos ahora a los paganos. Así nos ha ordenado el Señor: ‘Yo te he establecido para ser la luz de las naciones, para llevar la salvación hasta los confines de la tierra’.” Al oír esto, los paganos, llenos de alegría, alabaron la Palabra de Dios, y todos los que estaban destinados a la Vida eterna abrazaron la fe. Así la Palabra del Señor se iba extendiendo por toda la región.

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La confianza en Dios es nuestra respuesta de amor

Jer 17,5-8

Esto dice el Señor: “Maldito quien confía en el hombre y hace de las creaturas su apoyo, apartando su corazón del Señor. Será como un cardo en la estepa, y no verá el bien cuando viniere; habitará en los sequedales del desierto, en tierra salobre e inhóspita. Bendito quien confía en el Señor, pues no defraudará su confianza. Será como un árbol plantado junto al agua, que junto a la corriente echa raíces. No temerá cuando llegue el calor, su follaje estará frondoso; en año de sequía no se inquieta, no deja de dar fruto.”

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¡Todo procede de Él!

1Re 12,26-32; 13,33-34

En aquellos días, Jeroboán se puso a pensar: “Ahora podría volver el reino a la casa de David. Si el pueblo continúa subiendo para ofrecer sacrificios en el templo de Yahvé en Jerusalén, el corazón del pueblo se volverá a su señor, a Roboán, rey de Judá, y me matarán.” Tras tomar consejo el rey, fabricó dos becerros de oro, y dijo al pueblo: “Basta ya de subir a Jerusalén. Éste es tu dios, Israel, el que te hizo subir de la tierra de Egipto.”

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La división como consecuencia del pecado

1Re 11,29-32.12,19 

Un día, salió Jeroboán de Jerusalén, y el profeta Ajías de Siló le salió al encuentro cubierto con un manto nuevo. Estando los dos solos en campo abierto, Ajías tomó el manto nuevo que llevaba puesto, lo rasgó en doce jirones y dijo a Jeroboán: “Toma diez jirones para ti, porque así dice Yahvé, Dios de Israel: Rasgaré el reino de manos de Salomón y te daré diez tribus. La otra tribu será para él, en atención a mi siervo David y a Jerusalén, la ciudad que me elegí entre todas las tribus de Israel.” Así fue como Israel se rebeló contra la casa de David, hasta el día de hoy.

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Advertencia para las relaciones humanas

1Re 11,4-13

Siendo ya anciano, las mujeres de Salomón desviaron su corazón tras otros dioses, y su corazón no perteneció por entero a Yahvé su Dios, como el corazón de David, su padre. Salomón marchaba tras Astarté, diosa de los sidonios, y tras Milcón, abominación de los amonitas. Salomón hizo lo que Yahvé reprobaba, y no se mantuvo del todo al lado de Yahvé, como David su padre.

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Un corazón puro

Mc 7,14-23

En aquel tiempo, llamó Jesús de nuevo a la gente y les dijo: “Oídme todos y entended. Nada hay fuera del hombre que, entrando en él, pueda contaminarle; lo que realmente contamina al hombre es lo que sale de él. Quien tenga oídos para oír, que oiga.” Cuando dejó a la gente y entró en casa, sus discípulos le preguntaron sobre la parábola. Él les dijo: “¿Conque también vosotros carecéis de inteligencia? ¿No comprendéis que todo lo que entra de fuera en el hombre no puede contaminarle, pues no entra en su corazón, sino en el vientre y va a parar al excusado?” –así declaraba puros todos los alimentos.

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