St 3,1-10
Hermanos míos, no pretendáis muchos ser maestros, pues habéis de saber que tendremos un juicio más severo;porque todos caemos muchas veces. Si alguno no peca de palabra, ése es un hombre perfecto, capaz de refrenar todo su cuerpo. Si ponemos frenos en la boca a los caballos para que nos obedezcan, podremos dirigir todo su cuerpo. Mirad también las naves: aunque sean tan grandes y las empujen vientos fuertes, un pequeño timón las dirige adonde quiere el piloto. Del mismo modo, la lengua es un miembro pequeño, pero va presumiendo de grandes cosas.