Como habíamos visto en la meditación de ayer, la ascética tiene como fin disponernos mejor a cumplir la Voluntad de Dios y a no dejarnos dominar por las inclinaciones de nuestra naturaleza caída. La ascética es, entonces, un medio; un esfuerzo imprescindible, que está al servicio de una meta concreta: mejorar por nuestra parte las disposiciones para poder unificarnos con la Voluntad de Dios. Desde este punto de vista, las prácticas ascéticas y la ascesis como tal adquieren su sentido más profundo y su nobleza.