
Con tristeza, tenemos que constatar que en esta difícil crisis prácticamente no contamos con un liderazgo oficial por parte de la Iglesia, que muestre a los fieles el camino a seguir en esta situación. Puesto que así están las cosas, hemos de abandonarnos especialmente en la guía del Espíritu Santo, quien no nos dejará sin instrucciones ni permitirá que los fieles queden solos en medio de la crisis.