
Me resulta difícil ignorar el hecho de que nos encontramos en una gran crisis a nivel mundial, que tiene rasgos apocalípticos. La gravedad de la situación queda evidente si se consideran las muchas restricciones a nivel civil, hasta el punto de que la libertad personal se ve significativamente limitada en diversos campos. Aún más difícil para los fieles es que muchos ya no puedan acudir a los sacramentos, de modo que se ven privados del consuelo que normalmente la Iglesia ofrece a sus hijos.