Separar los peces buenos de los malos

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Mt 13,47-52

Lectura correspondiente a la memoria de San Jerónimo

En aquel tiempo, dijo Jesús: “También es semejante el Reino de los Cielos a una red que se echa en el mar y recoge peces de todas clases; y cuando está llena, la sacan a la orilla, se sientan, y recogen en cestos los buenos y tiran los malos. Así sucederá al fin del mundo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de entre los justos y los echarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes. ¿Habéis entendido todo esto?” Dícenle: “Sí.” Y él les dijo: “Así, todo escriba que se ha hecho discípulo del Reino de los Cielos es semejante al dueño de una casa que saca de sus arcas lo nuevo y lo viejo.”

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La existencia de los pobres nos invita a hacer el bien

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Lc 16,19-31

Jesús dijo a los fariseos: “Había un hombre rico que vestía de púrpura y lino, y celebraba todos los días espléndidas fiestas. Y había uno pobre, llamado Lázaro, que, echado junto a su portal y cubierto de llagas, deseaba hartarse de lo que caía de la mesa del rico… pero hasta los perros venían y le lamían las llagas. Cuando murió el pobre, los ángeles lo llevaron al seno de Abrahán. Murió también el rico y fue sepultado.

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La salvación en la Cruz

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Lc 9,43b-45

En aquel tiempo, todos estaban maravillados de las cosas que Jesús hacía. Dijo entonces a sus discípulos: “Escuchad atentamente estas palabras: el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres.” Pero ellos no entendían sus palabras; les estaba velado su significado, de modo que no las comprendían. Además tenían miedo de preguntarle acerca de este asunto.

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La necesidad de la fe

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Lc 9,18-22

Una vez que Jesús estaba orando solo, en presencia de sus discípulos, les preguntó: “¿Quién dice la gente que soy yo?” Ellos respondieron: “Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otro, que uno de los antiguos profetas ha resucitado.” Les preguntó: “Pero vosotros, ¿quién decís que soy yo?” Pedro le contestó: “El Cristo de Dios.” Entonces les ordenó enérgicamente que no dijeran esto a nadie. Y añadió: “El Hijo del hombre debe sufrir mucho y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas; lo matarán y resucitará al tercer día.”

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Dios siempre primero

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Ag 1,1-8

El año segundo del rey Darío, el día primero del sexto mes, fue dirigida la palabra de Yahvé, por medio del profeta Ageo, a Zorobabel, hijo de Sealtiel, gobernador de Judá, y a Josué, hijo de Josadac, sumo sacerdote, en estos términos: Así dice Yahvé Sebaot: Este pueblo dice: “¡Todavía no ha llegado el momento de reedificar el templo de Yahvé!” (Dirigió entonces Yahvé la palabra, por medio del profeta Ageo, en estos términos:) “¿Os ha llegado acaso el momento de habitar en casas artesonadas, mientras esta Casa está en ruinas?

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Sanación interior en Dios (Parte VIII)

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La sanación del subconsciente

No quisiera terminar las meditaciones sobre la sanación del alma, sin antes haber tocado una temática que suelo tratar más detenidamente cuando tenemos algún retiro. Se trata de la sanación del subconsciente. Dentro de este marco, no podremos entrar a profundidad en el tema, pero, dada su importancia, conviene explicarlo al menos en brevedad.

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Sanación interior en Dios (Parte VII)

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La ascesis: centinela de la libertad

Acercándonos ya al final del tema que hemos estado desarrollando durante los últimos días, estoy consciente de que habría muchos otros aspectos que tratar, con respecto a lo que Dios nos ofrece para la sanación y fortalecimiento de nuestra alma.

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Sanación interior en Dios (Parte VI)

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Como vemos, son diversas las posibilidades que Dios nos ofrece en el camino de seguimiento de Cristo para la sanación de nuestra alma. El camino de santificación al que estamos llamados, quiere conducirnos a la comunión total con Dios, que llegará a su plenitud en la eternidad. Entonces, cuando nuestra alma herida esté totalmente sanada y transformada, ya no habrá nada que nos separe de Dios. Estaremos totalmente unificados con Él en el amor, y viviremos en la visión beatífica de Dios; es decir, que lo veremos tal cual es. Todo esto lo haremos en comunión con los santos ángeles y todas aquellas personas que han sido acogidas en la gloria del cielo. Entonces, el hombre habrá llegado a su destinación eterna…

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Sanación interior en Dios (Parte V)

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La oración

Gracias a la fe, a la Palabra de Dios, al perdón de los pecados y al poder sanador de los sacramentos, el hombre es sacado de su perdición, para ser conducido más y más a la cercanía de Dios. Su presencia sanadora y fortificante en el alma hace que en ella se despliegue la nueva vida de Dios. Esta vida nueva, que restituye en el hombre la imagen de Dios, necesita alimento a diario, para que pueda crecer y madurar. Este alimento nos lo proporciona el Señor a través de las diferentes maneras que habíamos meditado en los últimos días, y de forma eminente lo hace por medio de una vida de oración.

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Sanación interior en Dios (Parte IV)

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La Santa Misa y la Adoración eucarística

La fe restituye nuestra verdadera relación con Dios; y la Palabra de Dios la nutre, concediéndonos cada vez más profundamente la luz de la verdad y levantándonos. En el perdón de los pecados, Dios abre las puertas de su corazón de par en par para nosotros, y podemos experimentar su indecible misericordia. En el encuentro con el amor de Dios, que se nos da en el sacramento del Bautismo y de la Penitencia, el alma va sanando de las consecuencias de haberse alejado de Dios. Ya no vive sumida en tinieblas, y, a pesar de todos los combates que aún tiene que afrontar, ha hallado el camino para hacerse receptiva a la gracia de Dios y acoger así Su sanadora bondad. Es una vida realmente distinta la que ha empezado; una vida que le devuelve al hombre su originaria hermosura y dignidad.

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