Un refrán alemán dice así: “Honra a quien merece honra”. ¡Este dicho se aplica a Dios Padre mejor que a nadie más! A Él le corresponde “el honor, la gloria y la alabanza”, como exclama maravillosamente el cántico del Apocalipsis (Ap 5,12). Si pudiéramos echar un vistazo al cielo, siendo testigos de cómo los ángeles y santos, que viven en amorosa y plena comunión con Él, lo honran sin cesar; entonces nuestra actitud frente a Dios se vería profundamente traspasada.