Nosotros, los hombres, hemos sido creados a imagen de Dios (cf. Gen 1,26). Con razón se habla de que el corazón constituye el centro de la persona. Solamente aquellas cosas que realizamos con todo el corazón, adquieren su expresión plena e integral. Al hacer las cosas con el corazón, les imprimimos el sello de toda nuestra identidad. De este modo, actuaremos y hablaremos con verdadera convicción.