En la meditación de ayer habíamos comenzado con la historia de Santa Juana de Arco. Lo último que escuchamos fue que partió de su hogar a los 17 años para realizar la misión que Dios le había encomendado. Ella sabía que debía seguir este llamado de Dios, por más inusual que fuese y aunque hubiera tenido que dejar cien padres y cien madres, como dirá Juana posteriormente en el proceso llevado en su contra en Rouen, en el año 1430.