¡Ojalá pudierais soportar un poco mi necedad! ¡Pero sí, soportadme! Porque estoy celoso de vosotros con los celos de Dios: os he desposado con un solo esposo para presentaros a Cristo como a una virgen casta. Pero temo que, como la serpiente sedujo a Eva con su astucia, así se corrompan vuestros pensamientos, y se aparten de la sinceridad y castidad debidas a Cristo.
Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para que os vean; en tal caso no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos. Así que, cuando hagas limosna, no lo vayas trompeteando por delante como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; os aseguro que con eso ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha. Así tu limosna quedará en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pues yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos.
Como colaboradores suyos os exhortamos también a que no recibáis en vano la gracia de Dios. Porque dice: “En el tiempo favorable te escuché y en el día de la salvación te ayudé”. Mirad, ahora es el tiempo favorable, ahora es el día de la salvación.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues lo que hable no será suyo: hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir. Él me glorificará, porque recibirá de mí lo que os irá comunicando. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que tomará de lo mío y os lo anunciará.”
Mientras que el don de ciencia nos ayuda a escapar de la atracción de las criaturas y a reconocer en una mirada interior su nada, a la vez que nos hace comprender que toda vida y belleza proceden de Dios; el don de entendimiento nos ayuda a penetrar más profundamente en el misterio de Dios.
“¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su propia alma?” (Mt 16,26)
A través de los dones de temor, de piedad, de fortaleza y de consejo, el Espíritu Santo guía sobre todo nuestra vida moral. A través de los dones de ciencia, de entendimiento y de sabiduría, en cambio, Él conduce directamente nuestra vida sobrenatural; es decir, nuestra vida centrada en Dios.
El Espíritu Santo nos recuerda todo lo que Jesús dijo e hizo (cf. Jn 14,26). Él mora en nosotros y nos aconseja para que apliquemos las enseñanzas de Jesús en las situaciones concretas de nuestra vida. A través del don de consejo, somos capaces de percibir la voz silenciosa del Espíritu Santo que habla a nuestro interior, y aprendemos a diferenciarla de aquellas otras voces que no proceden de Él. Vale aclarar que, para ello, se requiere de la capacidad de callar interiormente y de estar dispuestos a escapar del caos de tantas diversas opiniones y puntos de vista, procedentes tanto de nuestro interior como del exterior.
“El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios.” (Rom 8,16)
Si el don de temor de Dios nos lleva a adherirnos a Él con amor filial, evitando a toda costa ofenderlo, con el don de piedad el Espíritu Santo toca nuestra vida espiritual de manera muy suave y delicada, perfeccionando nuestra relación con Dios y con el prójimo, y haciéndola más sencilla.
“Primicia de la sabiduría es el temor del Señor.” (Sal 111,10)
“Trabajad con temor y temblor por vuestra salvación.” (Fil 2,12)
El don de temor de Dios produce en el alma del hombre un fuerte rechazo hacia el pecado, que evitará minimizar o relativizarlo. Ésta es una de las primeras lecciones que el Espíritu Santo concede al alma que busca la santidad, para prepararla para la unificación con Dios. El amor ha despertado ya en el alma, y ella entiende que sólo el pecado puede separarla de Dios. Por eso trabaja con temor y temblor por su salvación.