“¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su propia alma?” (Mt 16,26)
A través de los dones de temor, de piedad, de fortaleza y de consejo, el Espíritu Santo guía sobre todo nuestra vida moral. A través de los dones de ciencia, de entendimiento y de sabiduría, en cambio, Él conduce directamente nuestra vida sobrenatural; es decir, nuestra vida centrada en Dios.