Después de haber meditado los frutos del Espíritu Santo, no podemos cesar de alabar a la tercera Persona de la Santísima Trinidad. Precisamente en este día, en que descendió sobre nosotros de forma tan maravillosa, enviado por el Padre y el Hijo, nuestro corazón se eleva lleno de gratitud, por el consolador prometido por Jesús, que permanecerá siempre junto a nosotros. Por eso queremos seguir meditando sobre Él y aprender a comprenderlo y amarlo cada vez más.