Aun si ponemos toda nuestra voluntad para llevar a cabo la purificación activa, no seremos capaces de refrenar y vencer todo aquello que nos impide corresponder plenamente al amor del Señor. Hay actitudes y apegos que están demasiado arraigados, y a menudo ni siquiera estamos conscientes de ellos… Por eso el Señor viene a nuestro auxilio mediante otro proceso, que va más allá de lo que podría llevarnos el esfuerzo en la purificación activa: Se trata de la así llamada “purificación pasiva”.