“Sed sobrios y velad. Vuestro adversario, el Diablo, ronda como león rugiente buscando a quién devorar. Resistidle firmes en la fe.” (1 Pe 5,8-9) La comparación con un león rugiente nos deja en claro que, en este combate, nos enfrentamos a un terrible enemigo. Éste está dispuesto a todo y acecha cuidadosa y agresivamente a su víctima. Para colmo de males, este rival no se atiene de ningún modo a las “reglas” del combate. No conoce la compasión y nunca será indulgente con su víctima. ¡El Diablo es malvado de pies a cabeza! Sus intenciones son la destrucción y la conquista de poder para sí mismo. Con tal de llegar a su meta, hace uso de cualquier medio del que dispone. Si le fuera posible, ejercería su poder despótico sobre toda la Tierra sin límite alguno… Pero hubo uno más fuerte, que lo ató (cf. Mc 3,27).