“Porque es Yahvé quien da la sabiduría y de su boca brotan el saber y la prudencia.” (Prov 2,6)
La virtud de la prudencia suele considerarse como el “timón” de las otras virtudes, porque ella nos ayuda, en las circunstancias concretas, a aplicar la virtud que corresponda, de forma sabia y sensata. Con ella, aprendemos a discernir las cosas debidamente, y ella nos enseña cómo ponerlas en práctica apropiadamente.