Difícilmente podremos encontrar algo que sea tan importante para la vida espiritual como lo es la confianza en Dios. En todas las situaciones de nuestra vida hemos de activar esta confianza, para que se convierta en esa certeza que lo impregna todo. Así, nuestro camino se vuelve más ligero y resulta más atrayente para otras personas. Por eso dedicaremos las dos próximas meditaciones a este tema: la confianza en Dios.
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La lucha contra el demonio (Parte II)
“Sed sobrios y velad. Vuestro adversario, el Diablo, ronda como león rugiente buscando a quién devorar. Resistidle firmes en la fe.” (1 Pe 5,8-9) La comparación con un león rugiente nos deja en claro que, en este combate, nos enfrentamos a un terrible enemigo. Éste está dispuesto a todo y acecha cuidadosa y agresivamente a su víctima. Para colmo de males, este rival no se atiene de ningún modo a las “reglas” del combate. No conoce la compasión y nunca será indulgente con su víctima. ¡El Diablo es malvado de pies a cabeza! Sus intenciones son la destrucción y la conquista de poder para sí mismo. Con tal de llegar a su meta, hace uso de cualquier medio del que dispone. Si le fuera posible, ejercería su poder despótico sobre toda la Tierra sin límite alguno… Pero hubo uno más fuerte, que lo ató (cf. Mc 3,27).
La lucha contra el demonio (Parte I)
En el “ciclo de espiritualidad” que estamos recorriendo hasta el miércoles de ceniza, hemos tratado ya sobre la lucha con uno de los tres grandes enemigos, a los que nos enfrentamos en el camino de seguimiento de Cristo. Hablamos sobre aquel enemigo que habita en nosotros mismos, y que, a causa de nuestra naturaleza humana con sus malas inclinaciones, quiere apartarnos del camino del Señor, o, al menos, estorbarnos. Otro de nuestros grandes enemigos es el Diablo, que está siempre presto a atacarnos y quiere utilizar a los otros dos enemigos como camuflaje: nuestra naturaleza caída y la atracción del mundo.
La oración del corazón (Parte III)
Quien se haya adentrado en la oración del corazón por un buen tiempo, y la practique con regularidad, podrá experimentar la dicha de que esta oración se va haciendo presente en el corazón. Se vuelve fácil retirarse a esa „celda interior“ que se ha formado gracias a la oración, en aquellos momentos en que la bulla de afuera estorba y estamos más expuestos a la dispersión.
La oración del corazón (Parte II)
La oración del corazón –u oración de Jesús—requiere de cierta preparación. En este sentido, escuchemos nuevamente al metropolita Serafim Joanta:
„Las disposiciones para la oración de Jesús son, al igual que para cualquier otra oración, las siguientes: Estar en paz con el prójimo, liberarse de exageradas preocupaciones, una cierta disposición del alma, un lugar tranquilo…
La oración del corazón (Parte I)
Gran parte del tema que veremos a continuación, lo habíamos tratado ya en el mes de octubre de 2018. Pero dentro de este „ciclo de espiritualidad“ y, concretamente, en el marco de las diversas formas de oración que existen, conviene volver a hablar sobre la „oración del corazón“, que nos ayuda mucho a entrar en una fuerte relación con el Señor. Por eso, hemos revisado y modificado un poco estos textos del pasado octubre, para incluirlos aquí en nuestro contexto.
El Santo Rosario
Después de haber meditado sobre los padecimientos de la oración y sobre cómo manejarlos, dirijámonos a las diversas formas de oración. Aunque la oración sea, en sí misma, algo sencillo, no siempre nos resulta fácil orar, y menos orar bien. También esto es un arte, y, para aprenderlo, conviene estudiar las variadas formas y métodos de oración que existen, y, sobre todo, practicar fervorosamente la oración. En nuestra Iglesia Católica, una oración bastante difundida y querida, sobre todo en algunos círculos, es el Santo Rosario. En algunas de sus auténticas apariciones, la Madre de Dios nos dice cuán importante es para ella el Rosario. Por eso vale la pena que esta meditación se la dediquemos a este tema.
Padecimientos en la oración (Parte II)
La oración es una de esas maravillas que podemos gozar ya en esta vida, porque ella es una escalera por la cual Dios baja a nosotros y nosotros subimos a Él. Pero esto no significa que nuestra vida de oración esté exenta de los esfuerzos que corresponden a nuestra existencia terrenal. Por eso tenemos que soportar todo tipo de disturbios. Pero Dios, en Su sabiduría, se vale de todo ello.
Padecimientos en la oración (Parte I)
Quien emprenda seriamente el camino de la oración; es decir que no ore solamente en ocasiones especiales o cuando esté en gran necesidad, se dará cuenta de que no siempre será un camino fácil; sino que hay padecimientos que pueden hacer que la oración incluso se vuelva fatigosa. Esta persona tendrá que luchar con la pereza de nuestra naturaleza humana, atravesar procesos de purificación y, por supuesto, vérselas también con diversas tentaciones, que quieren desanimarla. Puede llegar hasta el punto de que se dude del sentido de la oración, porque pareciera que Dios no la escucha y a uno mismo no le da ninguna satisfacción. Así, el alma está en peligro de tirar la toalla y renunciar a ese “fatigoso” trato con Dios.
Adoración eucarística (Parte II)
La adoración eucarística y la sanación interior
Muchas personas, y también nosotros, los fieles, solemos estar heridos en nuestro interior, porque no hemos recibido el suficiente amor o hemos experimentado un abuso del amor. Como consecuencia, pueden surgir graves deficiencias en el alma, y las emociones pueden sufrir tal trastorno, que estas personas muy heridas podrían llegar a cerrarse interiormente.