ITINERARIO CUARESMAL – Día 3: Hacerlo todo con la mirada puesta en el Señor

El evangelio que hoy nos propone el leccionario de la Misa Tradicional nos ofrece importantes advertencias para nuestro santo itinerario hacia la Fiesta de la Resurrección.

Habiéndonos puesto en marcha, marcados con la cruz de ceniza, decididos a profundizar nuestra conversión e integrar el ayuno como una ayuda importante en el camino espiritual, el Señor nos advierte hoy en el evangelio de una inclinación que debemos superar con su ayuda:

“Guardaos de practicar vuestra justicia delante de los hombres para que os vean; de otro modo no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos” (Mt 6,1).

Seguidamente, Jesús nos exhorta a dar limosna en secreto, sin buscar ser alabados por los hombres. Entonces “tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará” (v. 4).

Recordemos la oración de San Nicolás de Flüe con la que habíamos concluido la primera meditación del itinerario cuaresmal el Miércoles de Ceniza. La primera parte de la oración decía: “Señor mío y Dios mío, despréndeme de todo lo que me aleja de Ti.” Esta súplica expresa lo que en la teología mística se denomina “vía purgativa”.

Conforme a las advertencias del Señor en el evangelio de hoy, ¿qué es lo que debe ser purificado en nosotros? Resulta que tenemos una tendencia arraigada a querer agradar a los hombres, a querer hacernos valer ante ellos, a preocuparnos por nuestro propio honor.

Por supuesto que, en principio, no hay nada que objetar al hecho de que las personas respeten y reconozcan las buenas obras que nos vean hacer, si intentamos servir a los hombres y vivir en paz con ellos. Eso sería lo correcto.

Sin embargo, lo que el Señor tematiza en este evangelio es la búsqueda de alabanza y reconocimiento. En este caso, se puede estar abusando de la buena obra de dar limosna como medio para obtener reconocimiento.

Este ejemplo podemos aplicarlo fácilmente a otras situaciones. Por ejemplo, se da esta búsqueda de reconocimiento cuando nos aseguramos de que nuestros propios méritos sean mencionados y resaltados una y otra vez. Detrás de esta actitud, puede ocultarse el problema de que medimos nuestro valor como personas conforme al reconocimiento que recibimos de otros. Este problema de fondo puede ser difícil de superar, porque quizá lo hemos adoptado a una edad temprana, en el hogar o en nuestro entorno social.

Pero, de ser así, se crearía un considerable desequilibrio en nuestra vida, que puede desembocar en una gran carencia de libertad o, en casos extremos, incluso en una esclavitud interior.

Entonces, ¿qué se puede hacer para superarlo?

En primer lugar, es esencial interiorizar que de Dios recibimos nuestro valor. Somos hijos amados suyos y ésa es nuestra dignidad, que nadie puede quitarnos. Las declaraciones de amor que Dios nos hace son tan ricas y diversas que se nos convierten en nuestra seguridad más profunda. ¡Somos amados por Dios! Todo el Evangelio nos lo atestigua, y en la Pasión y Muerte de nuestro Señor su amor se hace palpable para todos: “Porque tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo unigénito” (Jn 3,16). ¡Y eso siendo un mundo pecador! Hemos de meditar e interiorizar esta certeza, para cimentar toda nuestra vida en ella.

Cuando intentamos hacerlo todo con la mirada puesta en Dios, adquirimos la verdadera libertad. Éste es también el consejo que el Señor nos da en el evangelio de hoy. Será el Padre quien nos recompense por nuestras buenas obras. Si las hacemos por causa suya, recibimos como añadidura la libertad de no volvernos dependientes de las alabanzas de los hombres.

¡La recompensa celestial es segura! ¡No deberíamos ponerla en riesgo!

Meditación sobre la lectura del día: http://es.elijamission.net/un-ayuno-grato-al-senor/

Meditación sobre el evangelio del día: http://es.elijamission.net/2022/03/04/

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