Preparación en el Tiempo de Adviento

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La meditación de hoy será como un preámbulo a nuestro propósito para este Tiempo de Adviento. En estas semanas, en que nos preparamos para la Fiesta de la Natividad del Señor, las meditaciones diarias estarán vinculadas a las cuatro conferencias que publicaremos cada uno de los domingos de Adviento en el canal de YouTube “Elijerusalem” (https://www.youtube.com/channel/UCl-gQ2X45ZgU96o15SUYLbQ).  Así, en el transcurso de la semana iremos reflexionando y profundizando más en el tema tratado el domingo, de modo que juntos recorreremos un camino a lo largo del Tiempo de Adviento hasta llegar a la Navidad.

En este año, el Adviento tiene una dimensión particularmente apocalíptica. ¿Quién hubiera podido imaginar un año atrás que, por causa de una epidemia y por las medidas estatales y eclesiales que se toman frente a ella, las personas sufrirían tales restricciones en su libertad civil y que la vida pública de la Iglesia llegaría a estar casi inactiva? Aquello que constituye el elemento central de la vida litúrgica de los católicos –que es la celebración de la Santa Misa–se ha impedido por completo en algunos países. En otros, se la permite sólo bajo ciertas limitaciones, además de que se incluyen elementos ajenos, como el uso de mascarillas aun dentro de la liturgia.  

Las meditaciones diarias y las conferencias durante el Tiempo de Adviento no han de tener como primer objetivo el cuestionarnos acerca del “por qué” de este suceso, de por qué Dios lo permite; si bien esta pregunta naturalmente estará presente y quizá podrá ser tematizada en alguna ocasión… Pero mi intención en las próximas meditaciones y conferencias es más bien la de dirigir nuestros corazones a Dios, de quien procede el único verdadero consuelo (cf. 2Cor 1,3-4).

“Cielo y tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” –nos dice Jesús, el Redentor de la humanidad (Mt 24,35). Por eso, es importante aprovechar este Adviento, particularmente en tiempos apocalípticos, considerándolo como una invitación a profundizar la relación con Dios. ¡Sólo en Él está la verdadera seguridad para nuestra vida, en el tiempo y en la eternidad! “No confiéis en los príncipes; seres de polvo que no pueden salvar.” –exclama el salmista (Sal 146,3). ¡Son palabras que con toda claridad se cumplen ante nuestros ojos!

El Coro Harpa Dei me acompañará durante este tiempo, y también están preparando un Concierto de Navidad, para, a través del canto, dar expresión al gozo de los ángeles y de los hombres ante el Nacimiento del Redentor. En efecto, fueron los ángeles quienes se apresuraron a anunciar el maravilloso mensaje de salvación a los pastores en Belén, y en aquella santa noche hicieron resonar por primera vez el canto del “Gloria” (cf. Lc 2,8-14).

Al interiorizar más el actuar de Dios, que impregna todos los tiempos, podremos recordar y cobrar más consciencia de que estamos a salvo en las manos de Dios, pase lo que pase. Estamos llamados a ofrecerle nuestro corazón como morada al Dios vivo, así como cantamos en un conmovedor villancico alemán: “En Belén nos ha nacido un niñito (…). Mi corazón quiero entregarle; y todo lo que tengo, darle.”

En un tiempo en que está restringido el acceso a aquel consuelo que nos ofrecen las celebraciones litúrgicas, deberíamos interiorizar tanto más la Palabra de Dios y el seguimiento del Señor. Así brillará también sobre nuestra vida la estrella de Belén, aun en medio de la oscuridad de este mundo; y la fe se convertirá en un faro seguro en las tinieblas y en la creciente confusión anticristiana. Esto no sólo es importante para nosotros, sino también para otras personas, que deambulan en la oscuridad y buscan el camino. Para ellos son aun mucho más difíciles estos tiempos apocalípticos que para los fieles. Sin embargo, precisamente estos tiempos en que nos encontramos constituyen también una oportunidad para despertar del delirio de la época  y emprender seriamente la búsqueda de Dios. ¡Para ello hace falta la oración y el testimonio de todos nosotros!

Pedimos la oración de todos nuestros oyentes, para que el Señor pueda entonar bien sus “harpas” y manifestar Su presencia también a través de la Palabra y del canto, y que así puedan ser tocadas muchas personas. ¡De hecho, la Venida del Mesías es para todos los hombres! El mensaje del Nacimiento del Señor ha de ser proclamado, porque ¿cómo creerán las personas si nadie les anuncia? (cf. Rom 10,14)

En ese sentido, nos unimos al Señor y confiamos firmemente en que será un tiempo de gracia especial, en el cual Él mismo nos preparará para día a día comprender mejor los misterios de Su amor.