La voz del Pastor y el séquito del Cordero

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Jn 10,1-10

En aquel tiempo, dijo Jesús: “En verdad, en verdad os digo que el que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que escala por otro lado, ése es un ladrón y un salteador; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A éste le abre el portero, y las ovejas atienden a su voz; luego las llama una por una y las saca fuera. Cuando ha sacado a todas, va delante de ellas, y las ovejas le siguen, porque conocen su voz. En cambio, no seguirían a un extraño; huirían de él, pues las ovejas no reconocen la voz de los extraños.”

Jesús les dijo esta parábola, pero ellos no comprendieron lo que les hablaba. Entonces Jesús les dijo de nuevo: “En verdad, en verdad os digo que yo soy la puerta de las ovejas. Cuantos han venido delante de mí son ladrones y salteadores; pero las ovejas no les escucharon. Yo soy la puerta. Si uno entra por mí, estará a salvo; entrará y saldrá, y encontrará pasto. El ladrón sólo viene a robar, matar y destruir. Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia.”

Una palabra clara de Jesús, que nos lo señala a Él como único camino a la verdadera vida. Quien atraiga a las personas, pero no las conduzca al Señor, es un ladrón y un salteador; tiene otros intereses. Esto era así en tiempos de Jesús, mientras Él estaba en este mundo, y sigue siendo así ahora.

Estas palabras del Señor nos llaman a estar vigilantes.

¿Quiénes son aquellas ovejas Suyas, que escuchan su voz, que la reconocen y saben distinguirla de las voces de los extraños? En el capítulo 14 del Libro del Apocalipsis dice: “Pude ver un Cordero, que estaba de pie sobre el monte Sión. Lo acompañaban ciento cuarenta y cuatro mil, que llevaban escrito en la frente el nombre del Cordero y el nombre de su Padre.” (Ap 14,1) Vemos aquí el “séquito del Cordero”; aquellos de quienes se dice que “no se mancharon con mujeres, pues son vírgenes” (v. 4). Son aquellos que “cantan un cántico nuevo”, que nadie más que ellos puede aprender (v. 3). Son los que “siguen al Cordero adondequiera que vaya”; “en cuya boca no se encontró mentira”, pues “no tienen tacha”.

Aquí se nos señalan algunas características inconfundibles de este “séquito del Cordero”… Llevan escrito en la frente el nombre del Cordero y de su Padre; es decir, sus pensamientos, sus ambiciones, todo su interior está enfocado en Dios. Ellos confiesan a Dios, aun en tiempos de persecución. Esta fidelidad al Cordero en medio de la persecución, puede llevar a que Dios los preserve de las catástrofes de los Últimos Tiempos.

Ellos “cantan un cántico nuevo”, que es ciertamente un cántico de amor, que brota de la más íntima relación con Dios. Este canto sólo pueden entonarlo aquellos que están totalmente despiertos en su amor por el Cordero de Dios. Por tanto, no es simplemente un canto que resuena en sus labios; sino que su vida entera se ha convertido en una alabanza a Dios.

El decir que “no se mancharon con mujeres” y permanecieron vírgenes, significa –además del sentido literal– que no entraron en una relación impura con el mundo, la Prostituta de Babilonia. Su virginidad, que los dirige indivisamente a Dios, no permitiría una relación tal. Toda mancha que se origina al poner el corazón en el mundo, de modo que éste ocupa el lugar de Dios, heriría el amor virginal de los discípulos del Cordero.

Al final, se dice de este séquito que en sus bocas no se halló mentira. Entonces, están consolidados en la verdad, no caen en los engaños o errores, en habladurías sin sentido, en fábulas o en filosofías que son meros constructos humanos… La Palabra de Dios es su guía, la que penetra hasta la división entre alma y espíritu (cf. Hb 4,12).

Finalmente, “no tienen tacha”; es decir que se esfuerzan por permitir que su corazón sea purificado por Dios, de manera que nada se interponga entre ellos y Dios, y que ninguna apetencia los aprisione.

¡Un maravilloso séquito! ¡Es el Señor junto a los Suyos; aquellos que le han guardado fidelidad aun en la gran tribulación (cf. Ap 7,14)!

La cifra de los ciento cuarenta y cuatro mil ciertamente no se refiere a un número limitado de cristianos; sino que son aquellos que fueron sellados con el sello del Dios vivo (cf. Ap 7,3-4).

La clave de la fidelidad del “séquito del Cordero” es escuchar al verdadero Pastor, quien es Jesús mismo. Su voz ha de ser claramente distinguida de otras voces. Podremos hacerlo si vivimos en una profunda y auténtica relación con el Señor; si acogemos su Palabra y la vivificamos en nosotros. ¡Ella es nuestra guía! Por tanto, hemos de acoger esta Palabra en un corazón que se deja transformar por Dios.

Además, tenemos la auténtica doctrina de la Iglesia, como nos ha sido transmitida por la Tradición. También ahí reconocemos la voz del Pastor, porque la auténtica doctrina procede del Espíritu Santo, y no de reflexiones humanas.

No podemos dejar de notar que nos encontramos en tiempos muy difíciles, que, con esta pandemia y sus efectos en la vida de las personas, así como con la pérdida casi incomprensible del culto público, está adoptando carácter apocalíptico.

En estos tiempos, es aún más importante escuchar la verdadera voz del Señor, y saberla distinguir de enunciados o interpretaciones confusas. A estas últimas no hemos de prestarles oído, pues son voces extrañas.

Quien se involucre demasiado con el mundo, adoptando su mentalidad, no sabrá interpretar correctamente las señales de los tiempos. Por el contrario, participa de una cierta ceguera y oscuridad que, por cierto, pesa también sobre una Iglesia que ya no tiene la distancia necesaria frente al mundo, y se convierte así en una parte casi irrelevante del mismo.