LA SANACIÓN DE NUESTRA EXISTENCIA

“¡Venid, acercaos: todos tenéis derecho a acercaros a vuestro Padre! ¡Ensanchad vuestro corazón; rezad a mi Hijo, para que os dé a conocer cada vez más mi bondad hacia vosotros!” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

El descubrimiento cada vez más profundo de la bondad y misericordia de Dios es de una importancia inimaginable, porque a la persona que se sabe amada y aceptada por Él se le revela el gran misterio de amor que está detrás de su vida. Es una certeza de fe que ilumina nuestro entendimiento y penetra en nuestro corazón como una luz viva. De esta manera, nuestra existencia empieza a ser sanada desde su raíz.

La gran pérdida que hemos sufrido los hombres tras la caída en el pecado es la de una relación natural, directa y confiada con Dios. Uno de los ataques más sutiles y malvados que Satanás emprende contra nuestra alma consiste en distorsionar en ella la imagen de Dios. Al no conocer a nuestro Padre como Él realmente es o al tener una falsa imagen de Él, la esencia más profunda del hombre se ve directamente atacada, porque le resultará difícil volverse a Dios y tenderá a cerrarse a su constante llamada y cortejo. En efecto, ¿quién quisiera tener una relación cercana con un Dios a quien no le interesa realmente el hombre o que lo priva de las buenas dádivas que alegrarían su vida, como la serpiente dio a entender a nuestros primeros padres en el Paraíso (Gen 3,1)? ¿Quién buscaría estar cerca de un Dios que es considerado como un usurpador y un arbitrario tirano? ¡Tal imagen de Dios sólo da lugar a esclavos!

También nosotros, los cristianos, hemos de descubrir cada vez más profundamente el amor de Dios. Esto repercutirá en nuestra manera de encontrarnos con las personas y de darles testimonio de este amor. También corregiremos así las imágenes falsas o imperfectas de Dios que aún podamos tener en nuestro interior. Nuestro Padre incluso nos dice que tenemos el “derecho” de acercarnos a Él. Dios mismo ha sembrado en nosotros este derecho y estamos llamados a hacer uso de él. ¡Fue el Padre quien nos llamó a la vida! Así como Él, en la naturalidad de su amor, se encarga de darnos todo lo que requerimos para la vida corporal, también nos da cuanto necesitamos para la vida sobrenatural en la comunión con Él.

El Padre nos insta a recurrir a Jesús, pidiéndole que nos dé a conocer cada vez más la magnitud de su amor paternal. ¿A quién mejor podría remitirnos? ¿Quién mejor que su amadísimo Hijo conoce su amor?