Hoy trataremos el tema de cómo manejar nuestros pensamientos y sentimientos en el sentido de la formación espiritual, que implica la ascética.
“Los pensamientos retorcidos apartan de Dios” –nos dice el Libro de la Sabiduría (1,3). “Él [el Espíritu Santo] se aleja de los pensamientos vacíos” (1,5b).
En primera instancia, hemos de tener en claro que también los pensamientos requieren de la ascesis. Éstos no pueden dominarme, expandiéndose sin mi consentimiento. Aunque no podamos tener el control sobre los pensamientos que nos vengan, sí que podemos decidir si les “seguimos el hilo”, por así decir. En la formación espiritual, debemos deshacernos de la idea de que uno puede simplemente dar rienda suelta a los pensamientos, y que esto representaría un aspecto de nuestra libertad humana, tal como lo expresa una canción alemana, diciendo que “los pensamientos son libres.”
Así como todo lo demás, también los pensamintos del hombre caído han de ser medidos conforme a la verdad. En efecto, normalmente son los malos pensamientos los que preceden a las malas acciones. “Temo que, al igual que la serpiente engañó a Eva con su astucia, se perviertan vuestras mentes apartándose de la sinceridad debida a Cristo.” (2Cor 11,3)
Entonces, hace falta una “ascética de los pensamientos”. San Benito enseñaba a sus monjes a que, en cuanto vislumbrasen que se levantan malos pensamientos, los estrellasen contra la roca de Cristo. Por tanto, no hay que dedicarles ninguna atención a tales pensamientos, ni darles cabida; sino inmediatamente llevarlos ante el Señor en la oración. A veces es un ejercicio bastante agotador, porque son muchos los pensamientos que pasan por nuestra mente, y a esto viene a añadirse que no siempre identificamos enseguida cuáles de ellos son malos o simplemente equivocados.
Si son pensamientos directamente malos –quizá incluso en contra de Dios o del prójimo–, puede resultarnos más fácil percatarnos de ellos. Aunque son un tremendo tormento, son también más reconocibles. La tarea es más difícil cuando se trata de pensamientos en “penumbra”; es decir, que son verdades a medias, que, si bien contienen algo cierto, tienen también algo erróneo, y no podemos identificarlo en un primer momento.
Nosotros, que seguimos al Señor, ciertamente tenemos en claro que hemos de rechazar inmediatamente aquellos pensamientos que se dirigen, por ejemplo, contra la fe, la moral, la doctrina de la Iglesia, etc. Y, en efecto, hemos de hacerlo sin ninguna vacilación; sin “entrar en discusión” con la tentación, por así decir. Pero también deberíamos notar cuando se trata de un ataque indirecto a nuestra fe, que, de una u otra forma, la pone en duda. También aquí hemos de ser claros: “No voy a seguir pensando este pensamiento, porque, al fin y al cabo, atenta contra Dios y oscurece mi alma.” Y nuevamente será esencial entrar en oración, sobre todo invocando al Espíritu Santo.
Deberíamos pedirle al Espíritu Santo que nos ayude a hacer el discernimiento necesario, y que nos advierta cuando nuestros pensamientos están yendo a una dirección equivocada y nosotros les damos cabida, aunque no sean provechosos para el seguimiento de Cristo.
Pero tampoco se trata sólo de cuidarnos de aquellos pensamientos que incluyen mentiras ocultas y que nos oscurecen; sino que no debemos dar cabida ni siquiera a los pensamientos inútiles.
Este tema es muy amplio, y lo he tratado más detalladamente en otro contexto (Podrán encontrarlo en el siguiente enlace: http://es.elijamission.net/wp-content/uploads/2019/08/SOBRE-LA-VIDA-ESPIRITUAL.pdf, págs. 11-15)
Lo mismo que he dicho respecto a los pensamientos, aplica también con los sentimientos. Esto no es fácil, pero también los sentimientos han de estar bajo el gobierno de Cristo, y no podemos simplemente dejarnos llevar por los sentimientos oscuros y negativos; sino que hemos de llevarlos ante el Señor y pedirle al Espíritu Santo que los toque, tal como expliqué en la meditación de ayer con respecto a los pensamientos.
Antes de terminar, unas últimas palabras, que cuentan para todos y en especial para los “guerreros de Balta-Lelija”:
Si la oscuridad anticristiana se acrecienta aún más –lo que, lamentablemente, es de temer–, entonces debemos contar con que los demonios ejercerán mayor influencia sobre las personas. Esto sucederá en gran medida a través de los pensamientos. En ese sentido, es tanto más importante que tengamos un claro orden en nuestra casa interior.
Todas las últimas meditaciones sobre la ascética tenían como fin acrecentar nuestra vigilancia, centrarnos en Dios y apartarnos de todo aquello que nos impide estar atentos a Él.
El combate espiritual –a diferencia de la lucha física– no es visible (cf. Ef 6,12). Los ángeles caídos y sus colaboradores de entre los hombres (ciertamente la mayoría de ellos sin saberlo), quieren impedir nuestra entrega total a Dios, o reducirla de una u otra forma.
La ascética –que, como he dicho, en este contexto sólo pude tratar a breves rasgos– es parte de nuestra armadura para el combate. Si no refrenamos nuestro cuerpo, nuestra lengua, nuestros pensamientos y sentimientos, entonces los ataques de la oscuridad podrán una y otra vez debilitarnos mucho. Y, estando debilitados, será más difícil recurrir a la “espada del Espíritu” para pasar al contra-ataque (cf. Ef 6,17). Tampoco podremos blandir la espada con gran pureza si aún habitan en nosotros demasiadas cosas no purificadas, que atan nuestra concentración.
En este sentido, las últimas cinco meditaciones son una formación para robustecer nuestras disposiciones para el combate espiritual.
Y una palabra más:
No tengan miedo si perciben sus debilidades y limitaciones. ¿Quién no las tiene? El Señor no espera de nosotros que ya seamos perfectos, tampoco de aquellos que quieren pertenecer al “ejército del Cordero”. Pero lo que ciertamente quiere es que, con toda nuestra voluntad, intentemos cumplir la misión que nos ha sido encomendada en este mundo.