Fidelidad a la Tradición

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1Cor 15,1-8

Hermanos, quiero traeros a la memoria el Evangelio que os prediqué, que habéis recibido y en el que permanecéis firmes; y el que os salvará, si lo guardáis tal como os lo prediqué. Si no, ¡habríais creído en vano!

En primer lugar os transmití lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; que se apareció a Cefas y luego a los Doce; que después se apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los que todavía la mayor parte viven, aunque otros ya murieron. Luego se apareció a Santiago; más tarde, a todos los apóstoles. Y en último término se me apareció también a mí, que soy como un aborto. 

¿Cuáles son los caminos a través de los cuales llegamos a la fe?

Probablemente muchos fueron ya educados en la fe desde la infancia, y habrán recibido el evangelio con cierta naturalidad. Si de ahí surge una verdadera vida de fe, entonces esta fe irá creciendo y madurando con la ayuda de los sacramentos y poniéndola en práctica todos los días, en un camino de una conversión cada vez más profunda. Vale aclarar que esto sucederá solamente si la fe toma el primer lugar en la vida de la persona, y si a partir de esta fe se definen todos los otros aspectos de su vida. 

Tal vez haya otras personas que, al dejarse impresionar por otros ofrecimientos, han abandonado o dejado de cultivar el camino de fe en el que habían sido educados. Así, el primer lugar en su vida se lo han dado a otras cosas, o el pecado ha impedido que la vida de la gracia se desarrolle en ellas… Pero en un momento dado, por gracia de Dios, vuelven a la fe, se convierten, resurge en ellas la identidad y el amor que habían perdido… Es un retorno a casa, a todo lo que un día había sido tan familiar para estas personas, pero que ahora vuelve a ser nuevo. 

Otros recién llegan a conocer realmente la fe en un determinado momento, y entonces experimentan la gracia de una primera conversión, de manera que desbordan de gratitud. 

¿Qué es lo que sucede en todos los que creen y qué es lo que quiere decir San Pablo al advertir de que se puede “creer en vano”?

En el evangelio, el Señor nos dice que nadie puede venir a Él si no lo atrae el Padre (cf. Jn 6,44). Esta gracia actúa en nuestro espíritu, es una luz de conocimiento, que no se adquiere gracias a los esfuerzos de la razón, sino que se nos transmite. Esto puede abarcar también a los sentimientos, por eso puede suceder que la experiencia de conversión traiga una gran conmoción emocional, con fuertes sentimientos. 

Las disposiciones para recibir esta luz son diversas, y muchas veces no las podemos juzgar. De hecho, no nos corresponde a nosotros comprender por qué una determinada persona vive una conversión; y la otra, no. ¡Es que los caminos de Dios son misteriosos para la comprensión humana! Por eso, no tiene mucho sentido que tratemos de entenderlos… Pero, eso sí, debemos orar por la conversión de los hombres, y profundizar en nuestra propia conversión. 

Podemos quedarnos con tres aspectos de la lectura de hoy:

En primer lugar, el texto nos exhorta a ser fieles a la Tradición de la fe. ¡Las palabras del Evangelio no cambian! Ciertamente podemos adentrarnos más profundamente en las verdades de la fe, pero es una sola fe, la misma que nos fue transmitida por la Tradición. San Pablo habla de guardar el Evangelio tal como él lo predicó. 

Un segundo aspecto de la lectura, es que nosotros acogemos con nuestro entendimiento y con nuestra razón esa fe que hemos recibido como regalo del Espíritu Santo. La fe es una luz sobrenatural, y por eso supera a la razón, pero no es irracional sino coherente. Por eso podemos abrazar la fe con nuestras potencias naturales. 

Y un tercer aspecto es que siempre deberíamos tener presente los contenidos centrales de nuestra fe, sobre todo en la evangelización: “que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; que se apareció a Cefas y luego a los Doce; que después se apareció a más de quinientos hermanos a la vez…”

En resumen, quedémonos con lo siguiente de la lectura de hoy: Nosotros, que por gracia de Dios podemos vivir en la fe que hemos recibido de diversas maneras, hemos de aferrarnos a esa fe que nos ha sido transmitida. Debemos dar nuestro asentimiento con las potencias del entendimiento e interiorizar las verdades centrales de la fe, así como también comunicárselas a otras personas. Si lo hacemos, nuestra vida será fructífera.