El autoengaño (Parte III)

«La separación entre la ‘cabeza’ y el ‘corazón’, es la tentación particular de los intelectuales»

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En este día, concluiremos el texto del autoengaño y de la ceguera espiritual que habíamos venido leyendo en los últimos días. Después, hará falta mencionar algunas conclusiones y recomendaciones acerca de las causas que favorecen el autoengaño y cómo podemos despertar de él. A esto nos dedicaremos en la reflexión de mañana.

Ahora retomemos el texto del P. Sladek con algunos comentarios personales míos.

“La ya mencionada separación entre la ‘cabeza’ y el ‘corazón’; la separación entre lo que conscientemente pensamos y lo que queremos y amamos en realidad (aunque lo hayamos relegado al inconsciente), es la tentación particular de los intelectuales, y, por tanto, también de los teólogos. Según Aristóteles, el entendimiento ilustra la realidad. La voluntad, por su parte, debería regirse por aquello que se ha reconocido como verdad. Pero ella, en su libertad, puede también pasar por alto sobre la verdad, optando por lo que le agrada en vez de elegir lo que es correcto.

En el divorcio entre entendimiento y voluntad, la egocéntrica orientación del querer es desplazada al inconsciente con todas sus decisiones. Así, mientras el hombre enfoca su entendimiento en la verdad y se rige de acuerdo a ella en las decisiones que toma de forma consciente y premeditada, en el fondo su voluntad inconsciente sigue buscando únicamente la satisfacción de su propio yo. Por eso, un teólogo puede escribir una grandiosa obra acerca de la humildad, sin que por ello sea ya humilde. Incluso podría estar orgulloso por su profundo conocimiento respecto a esta virtud.”

Aquí podemos ver la importancia de saber identificar y descubrir estas conexiones. Esto cuenta tanto para la vida personal como para la vida de la Iglesia. La autenticidad del testimonio cristiano requiere que se ponga en práctica la verdad del evangelio tanto con la cabeza como con el corazón. Por eso hay que saber identificar estas contradicciones en nosotros, y no pasar simplemente por encima de ellas. Aunque la armonización entre el entendimiento y el corazón será un proceso lento, el reconocimiento de la contradicción interior y el esfuerzo consciente por superarla serán pasos decisivos para despertar de la ceguera.

“La soberbia intelectual encuentra una profunda, aunque inconsciente, satisfacción en reflexionar críticamente acerca de Dios y de los misterios divinos desde una perspectiva más elevada. Cuanto más audaces sean sus razonamientos y cuanto más complejo su modo de expresarlos, tanto más se complacerá en su talento. Podría ser acertado decir que los así llamados ‘teólogos críticos’ están hoy en peligro de correr tras la ciencia moderna, en lugar de proclamarle la verdad a partir de una teología orante. Pero también la proclamación de la verdad puede ser una inconsciente experiencia de poder, si se la realiza en un tono de superioridad y no como una humilde testificación de la verdad. También la defensa de la verdad puede convertirse en una victoria argumentativa sobre el enemigo, en lugar de abrirle el camino a la comprensión de la verdad. Exaltados defensores tanto de una teología conservadora como progresista: ambos pueden pecar del mismo modo. La exaltación fanática que se cierra a los elementos verdaderos de las afirmaciones contrarias, muestra que, a fin de cuentas, su meta no es la verdad divina, sino querer tener la razón y el poder, aunque para conseguirlos haya que abusar de la verdad y herir el amor.

Podremos encontrar caminos adecuados, y no sólo novedosos para la renovación de la Iglesia y de la vida religiosa en nuestro tiempo, únicamente cuando hayamos hecho a un lado el apego a nosotros mismos, abriéndonos hasta en lo más profundo de nuestro corazón a la verdad y al amor de Dios, y al llamado que Él nos hace en este tiempo.”

Este texto nos ha ofrecido un detallado análisis sobre el autoengaño, que ciertamente está bastante difundido. Si pedimos con sinceridad al Señor que nos abra los ojos, de seguro Él escuchará nuestra plegaria. Y mañana trataré de ofrecer algunos consejos para, con la ayuda de Dios, poder superar la ceguera espiritual del autoengaño…