EL AMOR AHUYENTA LOS ÍDOLOS

Si aprendemos a amar más y más a nuestro Padre Celestial, todos los ídolos tendrán que apartarse de nosotros. Si en la Antigua Alianza los israelitas debían renunciar con determinación a los ídolos y les había sido estrictamente prohibido rendirles homenaje, también hoy nuestro Padre quiere preservarnos de que nos extraviemos.

San Pablo nos dio a entender que, detrás de los ídolos, se esconden los demonios (cf. 1Cor 10,19-20), para engañar a las personas y apartarlas de Dios.

Mientras que sólo existe un Dios en tres Personas, que es digno de toda adoración, las apariencias de los ídolos son múltiples. Ellos siempre quieren seducir nuestro corazón, para atraparlo bajo su influencia e introducirlo en un reino donde no habita el amor. Todo aquello que pretenda ocupar el sitio de Dios en nuestra vida, muta y se convierte en un ídolo, en un ladrón que quiere usurparnos nuestro mayor tesoro.

Al amar indivisamente a nuestro Padre Celestial y elevar confiadamente la mirada a Él, le señalamos a nuestro corazón el camino correcto. El diálogo íntimo con Dios y la recepción de todas sus dádivas le permite al Padre conquistar nuestro corazón y morar en él. Y cuando Él habita allí, ha llegado el que es más fuerte a custodiar nuestro palacio (cf. Lc 11,21-22). Entonces es el amor el que vela celosamente sobre nuestro corazón, para que nada falso pueda ocuparlo. ¡Y nuestra alma se llena de una fragancia divina!