Adonde yo te envíe, irás

Jer 1,1.4-10

Palabras de Jeremías, hijo de Helcías, de los sacerdotes residentes en Anatot, territorio de Benjamín. Recibí esta palabra del Señor: “Antes de formarte en el vientre, te escogí; antes de que salieras del seno materno, te consagré: te nombré profeta de los gentiles.”
Yo repuse: “¡Ay, Señor mío! Mira que no sé hablar, que soy un muchacho.”
El Señor me contestó: “No digas: ‘Soy un muchacho’, que adonde yo te envíe, irás, y lo que yo te mande, lo dirás. No les tengas miedo, que yo estoy contigo para librarte.” Oráculo del Señor. El Señor extendió la mano y me tocó la boca; y me dijo: “Mira: yo pongo mis palabras en tu boca, hoy te establezco sobre pueblos y reyes, para arrancar y arrasar, para destruir y demoler, para edificar y plantar.”
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El verdadero parentesco de Jesús

Mt 12,46-50 

En aquel tiempo, estaba Jesús hablando a la multitud, cuando su madre y sus hermanos, que estaban afuera, trataban de hablar con él. Alguien le dijo: “Tu madre y tus hermanos están ahí afuera y quieren hablarte”. Jesús le respondió: “¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?” Y señalando con la mano a sus discípulos, agregó: “Estos son mi madre y mis hermanos. Porque todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre”.

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El amor de Cristo nos apremia

2Cor 5,14-20 (Lectura opcional para la Fiesta de Santa María Magdalena)

El amor de Cristo nos apremia, persuadidos de que si uno murió por todos, en consecuencia todos murieron. Y murió por todos a fin de que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos. De manera que desde ahora no conocemos a nadie según la carne; y si conocimos a Cristo según la carne, ahora ya no le conocemos así. Por tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva criatura: lo viejo pasó, ya ha llegado lo nuevo. Y todo proviene de Dios, que nos reconcilió consigo por medio de Cristo y nos confirió el ministerio de la reconciliación. Porque en Cristo, Dios estaba reconciliando al mundo consigo, sin imputarle sus delitos, y puso en nosotros la palabra de reconciliación. 

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El verdadero Pastor de las naciones

Jer 23,1-6

¡Ay de los pastores que dejan perderse y desparramarse las ovejas de mis pastos! –oráculo del Señor–. Pues esto dice el Señor, Dios de Israel, tocante a los pastores que apacientan a mi pueblo: “Vosotros habéis dispersado mis ovejas, las expulsasteis y no las atendisteis. Pues voy a pediros cuentas por vuestras malas obras –oráculo del Señor–. Yo recogeré el resto de mis ovejas de todas las tierras a donde las dispersé, las haré tornar a sus pastos, criarán y se multiplicarán. Y pondré al frente de ellas pastores que las apacienten; ya no temerán ni se espantarán, y ninguna se perderá –oráculo del Señor–.

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El Reino de Dios

 

Mt 12,14-21

En aquel tiempo, los fariseos se confabularon contra él para eliminarlo. Jesús, al saberlo, se retiró de allí. Le siguió una gran muchedumbre, y los curó a todos. Luego les mandó enérgicamente que no le descubrieran, para que se cumpliera lo dicho por el profeta Isaías: “Éste es mi Siervo, a quien elegí, mi Amado, en quien me complazco. Pondré mi espíritu sobre él, y anunciará el juicio a las naciones. No disputará ni gritará, ni oirá nadie en las plazas su voz. La caña cascada no la quebrará, ni apagará la mecha humeante, hasta que lleve a la victoria el juicio: en su nombre pondrán las naciones su esperanza.”

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La senda del justo es recta

Is 26,7-9.12.16-19

La senda del justo es recta; tú allanas la senda del justo. Echamos de menos, Yahvé, tu forma de hacer justicia; tu nombre y tu recuerdo son la añoranza de mi vida. Mi ser te anhela de noche, mi espíritu madruga por buscarte, porque cuando tus juicios se ejercen sobre la tierra, los habitantes del mundo aprenden la justicia. Señor, tú nos aseguras la paz, porque eres tú el que realiza por nosotros todo lo que nosotros hacemos. Yahvé, en el aprieto te buscamos, cuando más nos oprimía tu castigo: como cuando una mujer encinta sufre al acercarse el parto y se queja entre dolores, eso parecíamos ante ti, Yahvé.

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Todo está insertado en el plan de Dios

Is 10,5-7.13-16

Así dice el Señor: “¡Ay, Asiria, bastón de mi ira, vara que mi furor maneja! Voy a guiarla contra gente impía, contra el pueblo objeto de mi cólera, para que lo saqueen y lo pillen a placer, y lo pateen como el lodo de las calles. Pero él no pensaba así, ni su mente así lo estimaba, sino que su intención era arrasar y exterminar no pocos pueblos.” Porque dijo: “Con el poder de mi mano lo hice, con mi sabiduría, pues soy perspicaz; he borrado las fronteras de los pueblos, sus almacenes he saqueado, he abatido como un héroe a los reyes.

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La verdad compromete

Mt 11,20-24

En aquel tiempo, Jesús se puso a reprochar a los pueblos en los que había realizado la mayoría de sus milagros, porque no se habían convertido: “¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que se han hecho en vosotras, hace tiempo que se habrían convertido, cubiertos de sayal y sentados en ceniza. Por eso, os digo que el día del Juicio habrá menos rigor para Tiro y Sidón que para vosotras. Y tú, Cafarnaún, ¿pretendes encumbrarte hasta el cielo? ¡Pues hasta el Hades te hundirás! Por eso os digo que el día del Juicio habrá menos rigor para la tierra de Sodoma que para ti.”

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Sirve a tu Señor en verdadera humildad

Mt 23,8-12 (Evangelio correspondiente a la memoria de San Buenaventura)

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Vosotros no os dejéis llamar ‘Rabbí’, porque uno solo es vuestro Maestro; y vosotros sois todos hermanos. Ni llaméis a nadie ‘Padre’ vuestro en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre: el del cielo. Ni tampoco os dejéis llamar ‘Instructores’, porque uno solo es vuestro Instructor: el Cristo. El mayor entre vosotros será vuestro servidor. Pues el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado.” leer más

La suerte de los profetas

Am 7,12-15

En aquellos días, Amasías, sacerdote de Betel, dijo a Amós: “Vete, vidente; huye al país de Judá; come allí tu pan y profetiza allí. Pero en Betel no sigas profetizando, porque es el santuario real y la Casa del reino.” Amós respondió a Amasías: “Yo no soy profeta, ni hijo de profeta; soy pastor de ganado y picador de sicómoros. Pero Yahvé me tomó de detrás del rebaño y me dijo: ‘Ve y profetiza a mi pueblo Israel’.”

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