Carencias de libertad (IV): SÍNTESIS Y CONCLUSIÓN

Hoy quisiera concluir esta serie en la que hemos abordado algunas de las así llamadas “carencias de libertad”, que pueden opacar la verdadera libertad que Cristo nos ofrece y nos concede (cf. Jn 8,36). Volveré a tratar más a profundidad este tema de las carencias de libertad en una conferencia que tengo previsto publicar en mi canal de YouTube antes de iniciar el Tiempo de Adviento.

 Hablando sobre la primera carencia de libertad –el miedo–, hice referencia al título de un pequeño folleto, que decía: “Confianza en Dios en lugar del miedo al coronavirus”.

Como todos sabemos, los gobiernos han estado tomando diversas medidas para controlar la crisis del coronavirus. En particular, se considera indispensable que –de ser posible– toda la población mundial sea vacunada. Así, en algunos países se ha emprendido una masiva campaña de vacunación.

Sin embargo, esta vacuna no está exenta de polémica. Quien esté interesado, puede leer mi punto de vista al respecto en esta publicación: http://es.elijamission.net/wp-content/uploads/2021/04/Impfbroschure-in-spanisch-DIN-A4_-ganze-Version.pdf

Dentro de algunos días, subiremos un pequeño folleto actualizando estas informaciones y les haremos saber en cuanto esté accesible.

En este asunto, cada uno debe tomar una decisión libre. Por eso, quisiera aplicar aquí de forma concreta lo que hemos reflexionado sobre las carencias de libertad, para que cada cual pueda examinar si quizá su decisión estuvo influenciada por una o varias de estas carencias de libertad.

En lo que se refiere a la vacuna, hay una presión pública masiva, que puede llegar hasta el punto de que se amenace con despedir de su empleo a la persona que se niegue a recibirla. La vacunación también es promovida por la mayoría de los jerarcas en la Iglesia, incluido el Papa mismo, que la presentan como única e inevitable solución a esta crisis. Los medios de comunicación defienden y promueven este mismo punto de vista.

Para examinar si tuvimos la libertad necesaria para tomar una decisión tal, planteémonos estos cuestionamientos:

¿He adoptado la opinión pública simplemente porque es lo que la mayoría dice o investigué más a profundidad? ¿Es posible que mi decisión haya estado influenciada por mi dependencia de la opinión pública?

En este contexto, quisiera recordar un pasaje de la meditación de ayer:

Al hablar de “opinión pública” nos referimos a los puntos de vista que son considerados correctos en el ambiente que nos rodea. Éstos pueden incluso influenciar a personas que, en principio, no son débiles; pero que adoptan estos puntos de vista generalizados como algo sumamente natural, sin examinar su veracidad ni confrontarlos con su propia visión. Simplemente los adoptan porque son incapaces de ofrecer resistencia al impulso de un ambiente que domina a nivel general.

Lo que resulta aún más difícil para los fieles es el hecho de que el Papa y la jerarquía de la Iglesia presentan la vacuna como algo incuestionable. ¿Fue éste el motivo por el cual acepté la vacuna, o escuché también aquellas otras voces de la jerarquía que rechazan esta vacuna por razones morales, puesto que está vinculada con el uso de líneas celulares embrionarias? En este contexto, cabe destacar que las declaraciones del Papa a este respecto representan su punto de vista personal, y que uno, como católico, de ningún modo está obligado a obedecer aquí. Tampoco el pronunciamiento de la Congregación para la Doctrina de la Fe tiene carácter dogmático vinculante.

Entonces, ¿he examinado los motivos para aceptar una vacuna tal y he concluido que corresponden a mis convicciones? ¿He escuchado también otras voces del ámbito médico y científico que advierten de esta vacuna por razones de salud? ¿He consultado otras fuentes que informan sobre los peligros de la vacuna? ¿Estoy consciente de sus efectos secundarios? ¿Estoy consciente de que la protección que confiere se desvanece rápidamente y que luego tendré que someterme a otras vacunas posteriores? ¿Estoy consciente de que, aun habiéndome vacunado, puedo seguir contagiándome con el virus y transmitírselo a otros?

¿Es posible que, en realidad, yo tenga mis reservas sobre la vacuna, pero me dejo influenciar por otras personas, especialmente cuando éstas presentan sus puntos de vista con mucha convicción? En este caso, estaría sujeto a la carencia de libertad de ser demasiado influenciable.

¿Es posible que yo, por mi parte, hubiera preferido seguir discerniendo si me parecía correcto vacunarme; pero cuando mis familiares, en su temerosidad, me pidieron que lo haga, terminé cediendo a pesar de mis reservas? ¿O quizá incluso me dijeron que, si no me vacunaba, ya no podría visitar a mis nietos u otras cosas semejantes?

Si fuese así, mi decisión se habría visto influenciada por la carencia de libertad de una falsa condescendencia. 

¿O quizá había estado convencido de que no quería vacunarme, pero, al fin y al cabo, terminé haciéndolo por miedo a lo que podrían decir las otras personas que ya se habían vacunado? En este caso, los respetos humanos habrían influenciado en mi decisión. Quizá incluso entraron en juego los sentimientos de inferioridad, al creer que las otras personas saben mucho más que yo y tienen posiciones superiores…

Finalmente, examinemos si en nuestra decisión a favor de la vacuna nos dejamos llevar por el miedo a contraer la enfermedad, por el miedo a contagiar a otros y atentar así contra el “amor al prójimo”… En este sentido, ¿estoy realmente consciente de que la tasa de letalidad es relativamente baja?

Una decisión como ésta debe ser cautelosamente examinada, de cara a Dios y con el entendimiento, para discernir si es moralmente correcta y razonable. Para ello, no debemos permitir que entren en juego estas carencias de libertad que hemos tematizado.

Con esta aplicación concreta de las “carencias de libertad” a una cuestión muy importante que nos toca a todos, concluyo por el momento esta serie y, como dije al inicio, espero tratarlo más a profundidad en una conferencia que subiré en mi canal en el transcurso de este mes.