DIOS PERMITIÓ LA PANDEMIA COMO REPRENSIÓN

Fue éste el punto central de mis conferencias en el retiro virtual. De lo contrario, esta plaga no tendría ningún sentido más profundo.

Es un llamado a la conversión, a apartarse de los caminos errados, tanto para la sociedad como para la Iglesia. Esta última debería ser la que, en una situación tal, señale a los hombres el camino a tomar. Particularmente en las circunstancias actuales, debería también enseñar sobre las realidades últimas del hombre.

El aborto continuo es una plaga provocada por nosotros, los hombres, y constituye una grave injusticia hacia el Creador de la vida y los niños no nacidos; un pecado que clama al cielo, al igual que las perversiones en el campo de la sexualidad, la eutanasia que se difunde, el olvido de Dios, entre muchas otras cosas…

¿Es de extrañar, entonces, que Dios, al permitir una plaga tal, nos recuerde las cosas esenciales? ¿No se manifiesta precisamente ahí el amor de un bondadoso Padre, que no quiere ver a Sus hijos caer en la desgracia e incluso en la eterna separación de Él?

En este sentido, una pandemia como la que estamos viviendo alberga un fuerte llamado a la conversión, que ha de ser atendido. No es simplemente en sí misma una catarsis; sino que tendrá carácter de purificación sólo en la medida en que la identifiquemos como un serio llamado a la conversión y respondamos a él.

Pero no son sólo las personas en el mundo las que necesitan una conversión; sino también la Iglesia, y para ella se aplican parámetros más rigurosos. La Iglesia se ha involucrado demasiado con el mundo, adoptando a menudo su forma de pensar; en lugar de penetrarlo con el Espíritu de Dios.

Con Amoris Laetitia, emprendió un rumbo que la aparta del camino claro que la Iglesia había seguido. De manera alarmante, la mayoría de los obispos siguieron este nuevo rumbo. No obstante, esto atacó a tres sacramentos: la santidad del matrimonio, el sacramento de la penitencia y la santa Eucaristía.

A esto le siguió la Declaración de Abu-Dhabi, que, de algún modo, constituye un golpe mortal para la verdadera misión, y es contraria tanto a la Sagrada Escritura como al camino precedente de la Iglesia.

Después vino el culto idolátrico a la Pachamama en los Jardines Vaticanos y en la Basílica de San Pedro. Este acto fue un evidente atentado contra el Primer Mandamiento, y esto hiere el corazón de nuestro Padre Celestial en un punto particularmente sensible, como nos lo muestra tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento.

Nuevamente es alarmante la débil reacción por parte del clero, que simplemente acepta y, en el peor de los casos, incluso justifica aquello que son evidentes errores por parte de los líderes de la Iglesia.

¡Por supuesto que el llamado a la conversión atañe a cada persona en particular! Quien se encuentre ya en el camino de conversión, que lo profundice; quien apenas lo haya emprendido, está llamado a anclarse en la auténtica doctrina y praxis de la Iglesia. Aquel que vive alejados de Dios, que retorne a Él; y aquel que conscientemente haga el mal, ha de temer el Juicio de Dios y convertirse.

La Sagrada Escritura nos presenta la historia de la ciudad de Nínive (cf. Jonás 3,4-10): todos sus habitantes, empezando por el rey, estuvieron dispuestos a convertirse, para alejar de ellos la desgracia anunciada.

Si queremos alejar la pandemia, entonces hemos de volver a Dios y vivir conforme a Su Voluntad.

¡Todo lo demás es mera falacia!

Si esto no sucede, podría ser que la actual pandemia sea sólo el preludio de posteriores acontecimientos, que pueden entenderse en el sentido de sucesos apocalípticos.

Para no dar lugar a malentendidos: No hay otra motivación para Dios que el indecible amor que nos tiene. Y este amor va mucho más allá de la dimensión meramente terrenal, y se preocupa de nuestra salvación eterna. Por eso, las permisiones de Dios pueden amenazar y relativizar nuestra seguridad terrenal, de modo que no perdamos nuestra destinación eterna.