La gratitud

Lc 17,11-19

De camino a Jerusalén, Jesús pasó por los confines entre Samaría y Galilea. Al entrar en un pueblo, salieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a distancia y, levantando la voz, dijeron: “¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!” Al verlos, les dijo: “Id y presentaos a los sacerdotes.” Y resulta que, mientras iban, quedaron limpios. Uno de ellos, viéndose curado, se volvió alabando a Dios en alta voz, y, postrándose rostro en tierra a los pies de Jesús, le dio las gracias. Era un samaritano. Dijo entonces Jesús: “¿No quedaron limpios los diez? ¿Dónde están los otros nueve? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios, sino este extranjero?” Y añadió: “Levántate y vete; tu fe te ha salvado.”

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Escuchar y poner en práctica

Lc 11,27-28

En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba a la multitud, una mujer de en medio de la multitud, alzando la voz, le dijo: “Bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos que te criaron.” Pero él replicó: “Bienaventurados más bien los que escuchan la palabra de Dios y la guardan.”

Siguiendo el calendario tradicional, celebramos hoy, 11 de octubre, la Fiesta de la Maternidad de María. A lo largo de los siglos, la Iglesia ha tenido en alto esta vocación especial de la Madre de Dios y, con justa razón, le ha dedicado una Fiesta especial a su Maternidad divina.

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Tiene que llegar uno más fuerte

Lc 11,14-26

En aquel tiempo, estaba Jesús expulsando un demonio que era mudo, y apenas salió el demonio, rompió a hablar el mudo. La gente quedó admirada, aunque algunos de ellos comentaban: “Éste expulsa los demonios por Beelzebul, Príncipe de los demonios.” Otros, para ponerlo a prueba, le pedían un signo del cielo. Pero él, adivinando sus intenciones, les dijo: “Todo reino dividido contra sí mismo quedará asolado, y una casa se desplomará sobre la otra. Entonces, si también Satanás está dividido contra sí mismo, ¿cómo podrá subsistir su reino?… porque decís que yo expulso los demonios por Beelzebul. Si yo expulso los demonios por Beelzebul, ¿por quién los expulsan vuestros hijos? Por eso, ellos serán vuestros jueces.

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Más allá de la justicia

Mal 3,13-20a

“Vuestros discursos son arrogantes contra mí –oráculo del Señor–. Vosotros objetáis: ‘¿Cómo es que hablamos arrogantemente?’ Porque decís: ‘No vale la pena servir al Señor; ¿qué sacamos con guardar sus mandamientos?; ¿para qué andamos enlutados en presencia del Señor de los ejércitos? Al contrario: nos parecen dichosos los malvados; a los impíos les va bien; tientan a Dios, y quedan impunes.’ Entonces los hombres religiosos hablaron entre sí: ‘El Señor atendió y los escuchó.’ Ante él se escribía un libro de memorias a favor de los hombres religiosos que honran su nombre. Me pertenecen –dice el Señor de los ejércitos– como bien propio, el día que yo preparo.

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Sobre el Padrenuestro

Lc 11,1-4

En aquel tiempo, estaba Jesús orando en cierto lugar. Cuando terminó, le dijo uno de sus discípulos: “Señor, enséñanos a orar, como enseñó Juan a sus discípulos.” Él les dijo: “Cuando oréis, decid: Padre, santificado sea tu Nombre, venga tu Reino, danos cada día nuestro pan cotidiano, y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos dejes caer en tentación.”

La oración de Nuestro Señor, que hoy se reza en todas partes del mundo donde haya presencia de cristianos, nos da un acceso único a Dios, y nos une como hijos de un mismo Padre.

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