Más allá de la justicia

Mal 3,13-20a

“Vuestros discursos son arrogantes contra mí –oráculo del Señor–. Vosotros objetáis: ‘¿Cómo es que hablamos arrogantemente?’ Porque decís: ‘No vale la pena servir al Señor; ¿qué sacamos con guardar sus mandamientos?; ¿para qué andamos enlutados en presencia del Señor de los ejércitos? Al contrario: nos parecen dichosos los malvados; a los impíos les va bien; tientan a Dios, y quedan impunes.’ Entonces los hombres religiosos hablaron entre sí: ‘El Señor atendió y los escuchó.’ Ante él se escribía un libro de memorias a favor de los hombres religiosos que honran su nombre. Me pertenecen –dice el Señor de los ejércitos– como bien propio, el día que yo preparo.

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Sobre el Padrenuestro

Lc 11,1-4

En aquel tiempo, estaba Jesús orando en cierto lugar. Cuando terminó, le dijo uno de sus discípulos: “Señor, enséñanos a orar, como enseñó Juan a sus discípulos.” Él les dijo: “Cuando oréis, decid: Padre, santificado sea tu Nombre, venga tu Reino, danos cada día nuestro pan cotidiano, y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos dejes caer en tentación.”

La oración de Nuestro Señor, que hoy se reza en todas partes del mundo donde haya presencia de cristianos, nos da un acceso único a Dios, y nos une como hijos de un mismo Padre.

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Nuestra Señora del Rosario

Habiendo concluido la serie sobre las Cartas de San Juan, retomamos hoy el marco habitual de las meditaciones diarias, generalmente al son del calendario litúrgico. Hoy celebramos la Fiesta de Nuestra Señora del Rosario. El origen de esta Fiesta es el siguiente:

En el siglo XIV, los otomanos habían conquistado gran parte de los Balcanes. En 1453 cayó Constantinopla; a principios del siglo XVI, el Cercano Oriente fue subyugado; en 1529, los turcos sitiaron Viena, y en 1571 cayó Chipre. Ahora, también Creta estaba amenazada y toda Europa corría el riesgo de ser islamizada. El papa Pío V logró unir a españoles y venecianos en una alianza defensiva.

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Conclusión de las Cartas Joánicas

3Jn 1,1-15

El Presbítero al querido Gayo a quien amo según la verdad. Pido, querido, en mis oraciones que vayas bien en todo como va bien tu alma y que goces de salud. Grande fue mi alegría al llegar los hermanos y dar testimonio de tu verdad, puesto que vives según la verdad. No experimento alegría mayor que oír que mis hijos viven según la verdad. Querido, obras como creyente en lo que haces por los hermanos, y eso que son forasteros. Ellos han dado testimonio de tu amor en presencia de la Iglesia. Harás bien en proveerles para su viaje de manera digna de Dios. Pues por el Nombre salieron sin recibir nada de los gentiles. Por eso debemos acoger a tales personas, para ser colaboradores en la obra de la Verdad. He escrito alguna cosa a la Iglesia; pero Diótrefes, ese que ambiciona el primer puesto entre ellos, no nos recibe.

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¡Cuidaos de los herejes!

2Jn 1,1-13

El Presbítero, a la Señora Elegida y a sus hijos, a quienes amo en la verdad; y no solo yo, sino también todos los que han conocido la Verdad. Os amo en razón de la verdad que habita en nosotros y que estará con nosotros para siempre. La gracia, la misericordia y la paz de parte de Dios Padre y de Jesucristo, el Hijo del Padre, estén con nosotros en verdad y amor. Me alegré mucho al haber encontrado entre tus hijos a quienes caminan en la verdad, conforme al mandamiento que recibimos del Padre. Y ahora te ruego, Señora, no como escribiéndote un mandamiento nuevo, sino el que tenemos desde el principio: que nos amemos unos a otros. Y en esto consiste el amor: en que caminemos conforme a sus mandamientos. Éste es el mandamiento, tal y como habéis oído desde el principio: que caminéis en el amor. Porque han aparecido en el mundo muchos seductores, que no confiesan a Jesucristo venido en carne. Ése es el seductor y el Anticristo. 

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