Anunciar el evangelio con valentía

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Hch 4,23-31

En aquellos días, Pedro y Juan, puestos en libertad, fueron donde los suyos y les contaron todo lo que les habían dicho los sumos sacerdotes y ancianos. Al oírlo, todos a una elevaron su voz y dijeron: “Señor, tú hiciste el cielo y la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos; tú dijiste por el Espíritu Santo, por boca de nuestro padre David, tu siervo: ¿Por qué se agitan las naciones, y los pueblos maquinan vanos proyectos? Se han congregado los reyes de la tierra y los jefes se han aliado contra el Señor y contra su Ungido.

Porque verdaderamente en esta ciudad se han aliado Herodes y Poncio Pilato con los gentiles y los pueblos de Israel contra tu santo siervo Jesús, a quien has ungido, para realizar lo que tu poder y tu voluntad habían predeterminado que sucediera. Y ahora, Señor, ten en cuenta sus amenazas y concede a tus siervos proclamar tu palabra con toda valentía. Extiende tu mano para realizar curaciones, signos y prodigios en nombre de tu santo siervo Jesús.“ Acabada su oración, retembló el lugar donde estaban reunidos: todos quedaron llenos del Espíritu Santo y proclamaban la Palabra de Dios con toda valentía.

Quizá este texto nos da a entender de forma indirecta cuál es hoy en día el mayor problema o uno de los grandes obstáculos en la evangelización. ¡Es la falta de valentía, causada por los respetos humanos! Los respetos humanos son una especie de cadena que ata a la persona y le impide hacer aquello que el Señor quiere de ella.Así, lógicamente se detiene a la Palabra de Dios en su expansión… De hecho, con pena tenemos que constatar que también en la Iglesia se pierde cada vez más la valentía de llamar al pecado por su nombre, de manera que se corre el riesgo de anunciar un evangelio únicamente en cuanto sea agradable y cómodo para las personas.

Distinto es lo que escuchamos hoy sobre los apóstoles, quienes, fortalecidos por el Espíritu Santo, están dispuestos a anunciar el evangelio aun sabiendo que están en constante peligro de muerte. Las amenazas ya han sido pronunciadas, y para los apóstoles está claro que se ha creado una especie de “complot“ entre Herodes, Poncio Pilato, los gentiles y los pueblos de Israel; una conspiración dirigida contra Jesús. Sin embargo, Dios se vale de esta hostilidad para llevar a cabo su plan de salvación… Así fue como la muerte de Jesús en la Cruz se convirtió en expiación de los pecados de la humanidad, y su Resurrección, en victoria sobre el infierno y la muerte.

A los poderes enemigos se les permite perseguir; pero no pueden impedir el anuncio de la Palabra de Dios. ¡Todo lo que emprendan será aprovechado por el Señor para su plan salvífico! Las persecuciones acabarán causando que la Palabra sea transmitida de otras formas y bajo otras circunstancias, porque el encargo de la evangelización debe cumplirse… Los hombres han de escuchar el anuncio de la Buena Nueva; han de enterarse del amor de nuestro Padre, que los busca y quiere vivir en comunión con ellos; han de encontrarse con Jesús, que es el único camino al Padre (cf. Jn 14,6).

Para ponerse totalmente al servicio de la evangelización hace falta valentía y vencer los respetos humanos. La mirada ha de centrarse en Dios, y no en primera instancia en las personas. ¡Estamos llamados a mirar a las personas EN Dios!

¡La evangelización es un encargo! Por eso, siempre hay que tener presente la voluntad de Aquel que dio la orden… Y entonces se añade el siguiente paso, que consiste en buscar la forma más apropiada de cumplir este encargo. Y aquí han de ser la prudencia y el don de consejo quienes nos guíen, y no podemos dejarnos limitar por los respetos humanos. ¡Nunca se debe omitir algo por miedo a que las personas lo tomen a mal! Tampoco puede impedirnos anunciar el evangelio el temor a sufrir cualquier tipo de perjuicio o a irse en contra de lo que es políticamente correcto, el miedo a las persecuciones, etc…

Por eso, esta oración de los apóstoles pidiendo valentía es tan esencial y es también una guía para nosotros… ¡Que el Señor nos conceda la valentía de anunciar la verdad, oportuna o inoportunamente!

Lamentablemente muchos pastores de nuestra Iglesia han pasado a estar más pendientes de las personas que de Dios. Ya no confrontan suficientemente con el evangelio a este mundo apartado de Dios; sino que buscan formas de convivir armoniosamente con el mundo…

Esta tendencia la hemos visto ya durante algunas décadas, y cada vez se vuelve más fuerte… Ya no se tiene la valentía de enfrentarse a la claridad del Evangelio, que nos muestra que el Reino de Dios es esencialmente distinto a muchas de las metas de este mundo.

Por supuesto que debemos amar el mundo, en cuanto que hemos de preocuparnos por la salvación de las almas y practicar las obras de misericordia… Pero este mundo no es nuestro hogar; sino que es el sitio en que hemos de demostrar nuestra fidelidad y trabajar en la viña del Señor, para que Su Voluntad se haga en la tierra como en el cielo… Siempre debemos contar con la enemistad contra el evangelio, que existirá hasta que el Señor vuelva y lleve todo a su culmen. ¡Por eso es esencial orar para pedir valentía! ¡Primero Dios! ¡Esto jamás hemos de descuidarlo!