NOVENA A DIOS PADRE – Día 3: “Padre, quiero ser luz tuya”

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Amado Padre, esta serie de meditaciones es una Novena en tu honor, y ha de ayudar a los hombres –tus amados hijos– a conocerte más profundamente.

También ha de servir para que pronto se cumpla tu deseo de que la Iglesia instaure una Fiesta litúrgica, en la cual Tú seas honrado como “Padre de toda la humanidad”. Este anhelo Tuyo se lo confiaste a la Madre Eugenia Ravasio.

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NOVENA A DIOS PADRE – Día 2: “Tú, Padre, eres la vida”

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Conocerte, oh Padre, es la vida; la verdadera vida; la vida eterna…

En efecto, es esto lo que siempre buscamos… Constantemente estamos a la mira de algo que nos llene, que nos haga felices –según nuestro concepto de felicidad–; de algo que perdure… Pero, ¿puede acaso haber verdadera felicidad sin Ti?

¡Imposible! Y no pocas veces tenemos que experimentarlo con dolor, cuando las ilusiones se disipan y dejan el corazón herido o incluso roto.

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NOVENA A DIOS PADRE

Entre el 29 de julio y el 6 de agosto estaremos realizando una novena en preparación a la Fiesta de Dios Padre, que, aunque aún no haya sido oficialmente establecida por la Iglesia, celebramos por lo menos de forma privada cada 7 de agosto, conforme al pedido expresado por el Padre mismo en el Mensaje a la Madre Eugenia Ravasio. Durante estos nueve días, estas meditaciones vendrían a reemplazar los “3 minutos para Abbá”. 

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NOVENA A DIOS PADRE – Día 1: “¡Tú eres mi Padre!”

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A Ti, Padre Celestial,

nos encomendamos enteramente y sin reservas,

pues Tú eres nuestro amado y amantísimo Padre. 

Coloco estas palabras como inicio de la novena a Dios Padre que hoy iniciamos, porque es así como nosotros, los hombres, deberíamos vivir.

Si lo hiciéramos realidad, Amado Padre, ¡cuán distintas serían las cosas! Los hombres despertaríamos a la realidad, y Tú, Amado Padre, podrías concedernos todo aquello que has previsto para nosotros. Tu Corazón podría reposar en el nuestro y nosotros, ofrecerte una morada.

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MÁS BRILLANTE QUE MIL SOLES

“Jesús dijo: ‘Padre, ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti’” (Jn 17,1).

La hora de Jesús… Es la hora oscura en la que Jesús muestra hasta el extremo su amor al Padre.

Es la hora oscura en la que Jesús busca consuelo en sus discípulos en el huerto de Getsemaní, pero no lo encuentra (Mt 26,36-46).

Es la hora oscura en la que Jesús da su sí definitivo a la voluntad del Padre (Mt 26,42).

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Dios es el tesoro hallado en el campo

Mt 13,44-46

En aquel tiempo Jesús dijo esta parábola: “El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra, lo vuelve a esconder, y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo. El Reino de los Cielos se parece también a un comerciante en perlas finas, que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra.”

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EL QUE ME VE A MÍ, VE AL PADRE

Aún no podemos contemplar a Dios cara a cara. La visión beatífica nos está reservada para la eternidad y será una dicha sin fin. Sin embargo, ya antes nuestro Padre se da a entender de muchas maneras y, de forma insuperable, se manifiesta en su propio Hijo: “El que me a mí, ve al Padre” (Jn 14,9)

Cuando escuchamos la palabra de Jesús y la movemos en nuestro corazón como su Madre María (cf. Lc 2,19); cuando nos sentamos a sus pies como María, la hermana de Marta (Lc 10,39); cuando comemos su Carne y su Sangre en la Santa Comunión; cuando seguimos la voz del Espíritu, enviado por el Padre y el Hijo, quien nos recuerda todo lo que Jesús dijo e hizo (cf. Jn 14,26); cuando ponemos en práctica las obras del Señor, entonces nos encontramos con Dios, nuestro Padre. Todo lo que hacemos con la mirada puesta en Jesús nos concede una íntima comunión con nuestro Creador.

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Ojos que ven y oídos que oyen

Mt 13,16-17 (Evangelio correspondiente a la memoria de Santa Ana y San Joaquín)

En aquel tiempo Jesús dijo a sus discípulos: “Dichosos vuestros ojos porque ven y vuestros oídos porque oyen. Porque os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron, y oír lo que vosotros oís, pero no lo oyeron.”

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