Saber escuchar

Mc 12,28b-34

En aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: “¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?”Jesús le respondió: “El primero es: ‘Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor;y amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas.’ El segundo es: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo.’ No existe otro mandamiento más grande que éstos”.

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El último puesto

Lc 14,1.7-11

Un sábado, Jesús entró a comer en casa de uno de los principales fariseos. Ellos lo observaban atentamente. Al notar cómo los invitados buscaban los primeros puestos, les dijo una parábola: “Cuando alguien te invite a una boda, no te pongas en el primer puesto, no sea que haya invitado a otro más distinguido que tú y, viniendo el que os invitó a él y a ti, te diga: ‘Deja el sitio a éste’, y tengas que ir, avergonzado, a sentarte en el último puesto.

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Siento una gran tristeza

Rom 9,1-5

Hermanos: Cristo es testigo de que digo la verdad, y de que no miento –además me lo dice mi conciencia, guiada por el Espíritu Santo–: siento una gran tristeza y un dolor incesante en el corazón. Pues desearía ser yo mismo maldito, separado de Cristo, por mis hermanos, los de mi raza según la carne. Son israelitas; ellos disfrutaron de la adopción filial, de la gloria, las alianzas, la legislación, el culto, las promesas y los patriarcas; de ellos también procede Cristo según la carne, el cual está por encima de todas las cosas, Dios bendito por los siglos. Amén.

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Reflexión sobre la Iglesia

Ef 2,19-22 (Lectura correspondiente a la Fiesta de San Simón y San Judas, Apóstoles)

Hermanos: Vosotros ya no sois extraños ni forasteros, sino conciudadanos de los santos y familiares de Dios, edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas. Y la piedra angular es Cristo mismo, en quien toda edificación bien trabada se eleva hasta formar un templo santo en el Señor, en quien también vosotros con ellos estáis siendo edificados, para ser morada de Dios mediante el Espíritu.

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La Creación espera la manifestación de los hijos de Dios

Rom 8,18-25

Hermanos: Yo estoy convencido de que los sufrimientos del tiempo presente no se pueden comparar con la gloria que se ha de manifestar en nosotros. Incluso la creación espera ansiosa y desea vivamente la manifestación de los hijos de Dios. La creación, en efecto, fue sometida a la caducidad, no espontáneamente, sino por voluntad de aquel que la sometió; pero latía en ella la esperanza de verse liberada de la esclavitud de la corrupción para participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Pues sabemos que la creación entera viene gimiendo hasta el presente y sufriendo dolores de parto.

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Guiados por el Espíritu de Dios

Rom 8,12-17

Hermanos míos, nosotros no somos deudores de la carne para vivir según la carne, pues, si vivís según la carne, moriréis. Pero si con el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis. En efecto, todos los que se dejan guiar por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y vosotros no habéis recibido un espíritu de esclavos para recaer en el temor; antes bien, habéis recibido un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre! El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios. Y, si somos hijos, también somos herederos: herederos de Dios y coherederos de Cristo, si compartimos sus sufrimientos, para ser también con él glorificados.

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Dios es nuestra esperanza

Jer 31,7-9

Así dice el Señor: “Gritad de alegría por Jacob; regocijaos por la capital de las naciones; hacedlo oír con alabanzas y decid: ‘¡Ha salvado Yahvé a su pueblo, al Resto de Israel!’ Voy a traerlos de un país del norte, los recogeré de los confines de la tierra. Entre ellos, el ciego y el cojo, la preñada junto con la parida. Volverá una gran muchedumbre. Se marcharon llorando, pero yo los guiaré entre consuelos, los llevaré junto a arroyos de agua por camino llano, en que no tropiecen. Porque yo soy para Israel un padre, y Efraín es mi primogénito.”

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La vida según el Espíritu

Rom 8,1-11

Ahora no pesa condena alguna sobre los que están unidos a Cristo Jesús, pues, por la unión con Cristo Jesús, la ley del Espíritu de vida me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. Lo que no pudo hacer la Ley, reducida a la impotencia por la carne, lo ha hecho Dios: envió a su Hijo encarnado en una carne pecadora como la nuestra, haciéndolo víctima por el pecado, y en su carne condenó el pecado. Así, la justicia que proponía la Ley puede realizarse en nosotros, que ya no procedemos dirigidos por la carne, sino por el Espíritu.

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El combate contra la carne

Rom 7,18-25

Sé muy bien que no es bueno eso que habita en mí, es decir, en mi carne; porque el querer lo bueno lo tengo a mano, pero el hacerlo, no. El bien que quiero hacer no lo hago; el mal que no quiero hacer, eso es lo que hago. Entonces, si hago precisamente lo que no quiero, señal que no soy yo el que actúa, sino el pecado que habita en mí.

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