El largo camino hasta Belén (Parte I): «Dios nos ama desde la eternidad»

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Como había anunciado en la meditación de ayer, en este Tiempo de Adviento las meditaciones diarias en los días de la semana han de servir primordialmente para profundizar la conferencia del Domingo, que está subida en el canal de YouTube en inglés con traducción al español:

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Preparación en el Tiempo de Adviento

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La meditación de hoy será como un preámbulo a nuestro propósito para este Tiempo de Adviento. En estas semanas, en que nos preparamos para la Fiesta de la Natividad del Señor, las meditaciones diarias estarán vinculadas a las cuatro conferencias que publicaremos cada uno de los domingos de Adviento en el canal de YouTube “Elijerusalem” (https://www.youtube.com/channel/UCl-gQ2X45ZgU96o15SUYLbQ).  Así, en el transcurso de la semana iremos reflexionando y profundizando más en el tema tratado el domingo, de modo que juntos recorreremos un camino a lo largo del Tiempo de Adviento hasta llegar a la Navidad.

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Ven, Señor Jesús, ¡Maranathá!

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Ap 22,1-7

Luego el ángel del Señor me mostró un río de agua de vida, brillante como el cristal, que brotaba del trono de Dios y del Cordero. En medio de la plaza, a una y otra margen del Río, hay un árbol de vida, que da fruto doce veces, una vez cada mes; y sus hojas sirven de medicina para los gentiles. No habrá ya maldición alguna. El trono de Dios y del Cordero estará en la ciudad, y los siervos de Dios le darán culto.

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No adorar a la Bestia

«Dominó al Dragón, la serpiente antigua –que es el diablo y Satanás– y lo encadenó por mil años.»

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Ap 20,1-4.11-15; 21,1-2

Yo, Juan, vi a un ángel que bajaba del cielo, llevando en su mano la llave del abismo y una gran cadena. Dominó al Dragón, la serpiente antigua –que es el diablo y Satanás– y lo encadenó por mil años. Lo arrojó al abismo, lo encerró y selló el lugar. Así no volverá a seducir a las naciones, hasta que se cumplan los mil años. Después tendrá que ser soltado por un poco de tiempo.

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La justicia de Dios

Después de esto vi bajar del cielo a otro ángel, que tenía gran poder, y la tierra quedó iluminada por su resplandor. Gritó con potente voz: “¡Cayó, cayó la gran Babilonia! Se ha convertido en morada de demonios, en guarida de toda clase de espíritus inmundos, en antro de toda clase de aves inmundas y detestables.”

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Los vencedores

Luego vi en el cielo otro signo grande y maravilloso: siete ángeles que llevaban siete plagas, las últimas, porque con ellas se consumaba el furor de Dios. Contemplé también una especie de mar de cristal mezclado con fuego, y vi a los que habían triunfado sobre la Bestia, sobre su imagen y sobre la cifra de su nombre. Estaban de pie junto al mar de cristal y llevaban las cítaras de Dios.

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El tiempo de segar

«Vendimia los racimos de la viña de la tierra, porque están en sazón sus uvas.”

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Ap 14,14-19

Seguí contemplando la visión. Había una nube blanca, y sentado sobre la nube alguien parecido a un Hijo de hombre, que llevaba en la cabeza una hoz afilada. Luego salió del Santuario otro ángel gritando con voz potente al que estaba sentado en la nube: “Mete tu hoz y siega, porque ha llegado la hora de segar. La mies de la tierra está madura.” Y el que estaba sentado en la nube metió su hoz y quedó segada la tierra.

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El séquito del Cordero

Yo, Juan, vi al Cordero que estaba de pie sobre el monte Sión. Lo acompañaban ciento cuarenta y cuatro mil, que llevaban escrito en la frente el nombre del Cordero y el nombre de su Padre. Oí entonces un ruido que venía del cielo, parecido al estruendo de aguas caudalosas o al fragor de un gran trueno. El sonido que percibía era como de citaristas que tañeran sus instrumentos. Cantan un cántico nuevo delante del trono y delante de los cuatro Vivientes y de los Ancianos.

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Cristo Rey

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria, acompañado de todos sus ángeles, se sentará en su trono glorioso. Entonces serán congregadas delante de él todas las naciones, y él irá separando a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos. Pondrá a las ovejas a su derecha y a los cabritos a su izquierda.

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Los dos testigos

Me fue dicho a mí, Juan: “Haré que mis dos testigos profeticen, durante mil doscientos sesenta días, cubiertos de sayal.” Ellos son los dos olivos y los dos candelabros que están ante el Señor de la tierra. Si alguien pretendiera hacerles mal, saldría fuego de su boca y devoraría a sus enemigos; si alguien pretendiera hacerles mal, tendría que morir de ese modo. Estos dos testigos tienen poder de cerrar el cielo para que no llueva los días en que profeticen; tienen también poder sobre las aguas para convertirlas en sangre, y poder de herir la tierra con toda clase de plagas, todas las veces que quieran.

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