La opción acertada del Apóstol

«Me siento apremiado por ambos extremos. Por un lado, desearía partir y estar con Cristo (…); mas, por otro, quedarme en el cuerpo es más necesario para vosotros.»

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Fil 1,18-26

¡Qué importa! Al fin y al cabo, con hipocresía o con sinceridad, Cristo es anunciado, y esto me alegra y seguirá alegrándome. Yo sé que esto servirá para mi salvación, gracias a vuestras oraciones y a la ayuda prestada por el Espíritu de Jesucristo, pues espero firmemente no sentirme en modo alguno fracasado. Al contrario, tengo la plena seguridad, ahora como siempre, de que Cristo será glorificado en mi cuerpo, por mi vida o por mi muerte, pues para mí la vida es Cristo, y el morir, una ganancia…

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El sábado es para el hombre

El viernes por la tarde, en vísperas del sábado, suena el ‘shofar’ y entonces entra la gran calma en Jerusalén…

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Lc 14,1-6 

Un sábado, entró Jesús en casa de uno de los principales fariseos para comer, y ellos le estaban espiando. Jesús se encontró delante un hombre enfermo de hidropesía y, dirigiéndose a los letrados y fariseos, preguntó: «¿Es lícito curar los sábados, o no?»
Ellos se quedaron callados. Jesús, tocando al enfermo, lo curó y lo despidió.
Y a ellos les dijo: «Si a uno de vosotros se le cae al pozo el burro o el buey, ¿no lo saca en seguida, aunque sea sábado?» Y se quedaron sin respuesta.

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Sobre el Combate Espiritual

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Ef 6,10-18

Por lo demás, reconfortaos en el Señor y en la fuerza de su poder, revestíos con la armadura de Dios para que podáis resistir las insidias del diablo, porque no es nuestra lucha contra la sangre o la carne, sino contra los principados, las potestades, las dominaciones de este mundo de tinieblas, y contra los espíritus malignos que están en los aires. Por eso, poneos la armadura de Dios para que podáis resistir en el día malo y, tras vencer en todo, permanezcáis firmes. 

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Seguir a Cristo con todos nuestros esfuerzos

«¡Qué angosta es la puerta y estrecho el camino que conduce a la Vida!»

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NOTA: Tomaremos el evangelio que corresponde al día (Miércoles de la Trigésima Semana del Tiempo Ordinario), y no el de la Fiesta de los Apóstoles Simón y Judas, que se celebra hoy.

Lc 13,22-30 

Mientras caminaba Jesús hacia Jerusalén, iba atravesando ciudades y pueblos enseñando. Uno le preguntó: “Señor, ¿son pocos los que se salvan?” Él les respondió: “Esforzaos por entrar por la puerta estrecha, porque os digo que muchos pretenderán entrar y  no podrán.

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Auténtica sumisión

«Mujeres, sed sumisas a vuestros maridos. Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella.»

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Ef 5,21-33

Sed sumisos los unos a los otros, por respeto a Cristo: las mujeres a sus maridos, como al Señor, porque el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es cabeza de la Iglesia, el salvador del cuerpo. Como la Iglesia está sumisa a Cristo, así también las mujeres deben estarlo a sus maridos en todo. Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, purificándola mediante el baño del agua y la fuerza de la palabra, y presentársela resplandeciente a sí mismo, sin mancha ni arruga ni cosa parecida, sino santa e inmaculada. Así deben amar los maridos a sus mujeres, como a sus propios cuerpos.

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Hijos de la luz

«Vivid como hijos de la luz»

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Ef 4,32–5,8

Sed benévolos unos con otros, compasivos, perdonándoos mutuamente como Dios os perdonó en Cristo. Imitad, por tanto, a Dios, como hijos queridísimos, y caminad en el amor, lo mismo que Cristo nos amó y se entregó por nosotros como oblación y ofrenda de suave olor ante Dios. Como conviene a los santos, la fornicación y toda impureza o avaricia ni se nombren entre vosotros; ni palabras torpes, ni conversaciones vanas o tonterías, que no convienen. Haced más bien acciones de gracias. 

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Verdadera conversión

«Os convertisteis a Dios, tras haber abandonado los ídolos.»

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1Tes 1,5c-10

Hermanos: sabéis cómo nos portamos entre vosotros, trabajando siempre a vuestro favor. Por vuestra parte, os hicisteis imitadores nuestros y del Señor, abrazando la palabra con el gozo que os proporcionaba el Espíritu Santo, en medio de numerosas tribulaciones. De esta manera os habéis convertido en modelo para todos los creyentes de Macedonia y de Acaya.

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Amor a la verdad

«Y todo orientado a la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que lleguemos todos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios»

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Ef 4,7-16

A cada uno de nosotros le ha sido concedida la gracia a la medida de los dones de Cristo. Por eso dice la Escritura: ‘Subiendo a la altura, llevó cautivos y repartió dones a los hombres’. ¿Qué quiere decir “subió” sino que también bajó a las regiones inferiores de la tierra? Éste que bajó es el mismo que subió por encima de todos los cielos, para llenar el universo. Él mismo dispuso que unos fueran profetas; otros, evangelizadores; otros, pastores y maestros, para organizar adecuadamente a los santos en las funciones del ministerio.

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La humildad: preciosa flor en el jardín de Dios

«Yo, prisionero por el Señor, os exhorto a que viváis de una manera digna de la llamada que habéis recibido»

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Ef 4,1-6

Yo, prisionero por el Señor, os exhorto a que viváis de una manera digna de la llamada que habéis recibido: con toda humildad, mansedumbre y paciencia, soportándoos unos a otros por amor, poniendo empeño en conservar la unidad del Espíritu mediante el vínculo de la paz. Pues uno solo es el cuerpo y uno solo el Espíritu, como una es la esperanza a que habéis sido llamados. Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, actúa por todos y está en todos. leer más

Toda la plenitud de Dios

«Doblo mis rodillas ante el Padre…»

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Ef 3,14-21 

Doblo mis rodillas ante el Padre, de quien toma nombre toda familia en el cielo y en la tierra, para que, en virtud de su gloriosa riqueza, os conceda fortaleza interior mediante la acción de su Espíritu, y haga que Cristo habite por la fe en vuestros corazones. Y que de este modo, arraigados y cimentados en el amor, podáis comprender con todos los santos la anchura y la longitud, la altura y la profundidad, y conozcáis el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento. Y que así os llenéis de toda la plenitud de Dios.

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